Los análisis de riesgo son herramientas importantes para la toma de decisiones estratégicas ya que permiten, tanto a gobiernos, organizaciones y/o actores, identificar y evaluar los riesgos asociados con una determinada acción o estrategia antes de elaborar una hoja de ruta.

En el actual contexto político-social es necesaria la evaluación de los riesgos potenciales asociados con la torpeza presidencial de polarizar absolutamente todos los asuntos sin matices en el plano de la política doméstica y en la relación bilateral con los Estados Unidos.

La nula comprensión de las consecuencias de su sistemática contradicción en asuntos nodales está vulnerando cada vez más la credibilidad, confianza y reputación de su cacareada transformación.

La tensión latente con el gobierno estadounidense parece dar visos de mejorar al darse las continuas reuniones privadas entre altos funcionarios mexicanos y asesores de la Casa Blanca en materia de seguridad donde se alcanzan acuerdos de coordinación y cooperación.

Sin embargo, día(s) después López Obrador tiende a salir en su mañanera a fustigar, criticar y arremeter contra Estados Unidos quizá en su aldeana propaganda dirigida a su núcleo duro conformado por un rebaño fiel. El impacto de esta errática y maníaca conducta —que nadie en su círculo se atreve a exponer— está empujando a que se desencadene un efecto dominó que será difícil mitigar en las arenas bilaterales donde ambos gobiernos tienen una cita con las urnas en el 2024.

La agenda electoral de López Obrador está claramente enfocada en lograr ganar la mayoría en ambos Congresos —da por sentado que Morena va a retener la Presidencia— y así seguir empujando la transformación destructiva del tejido institucional, continuar con la política de abrazar a las organizaciones criminales y reforzar su audaz apuesta de consolidar el rol de las fuerzas armadas en tareas civiles para seguir minando su esencia castrense.

El Ejecutivo ha anunciado, a su manera, que seguirá en la esfera del poder sin importar quién sea la beneficiada(o) con su dedito para sacar adelante todas las reformas que aún tiene en el tintero. Y para ello la mayoría legislativa es necesaria.

Al ser lo electoral su área de expertise, se asume que López Obrador tiene claridad en la importancia de su selección para ser la(el) abanderada(o) de Morena que le garantice los votos para el control de ambas cámaras.

Esto requiere más allá del poder de la maquinaria, una alta eficiencia y efectividad en ella para evitar los muy posibles problemas para mantener su hegemonía sin molestas interrupciones.

El asunto no se vislumbra tan sencillo como se cree en los prístinos pasillos del palacio hoy tiznados con la punta del iceberg en escándalos de corrupción.

Mantener la hegemonía en el control del poder por otros seis años más requiere de seguir con el modus operandi de golpear el Estado de derecho, controlar el aparato educativo, el monopolio de la fuerza, el acceso a los recursos y el tren de la propaganda. Algo que, una vez más, da por sentado la burbuja en el poder.

Los factores y actores externos no parecen estar en su análisis de riesgo pese a que factores y actores externos tienen muy claro en sus respectivos análisis, el riesgo del sistemático golpe a la línea de flotación del Estado de derecho y de la democracia y sus consecuencias a mediano y largo plazos.

Toda esa coyuntura hará implosión en medio del torbellino electoral, el cruento fuego amigo y el hedor de la corrupción de los que presumían ser diferentes.

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