La secuencia progresiva en la relación bilateral hace varios años muestra un deterioro que ya ocupa y preocupa en ambos lados de la frontera. Los desacuerdos en temas como derechos humanos, disputas comerciales y acciones agresivas para impedir una fluida coordinación en asuntos de seguridad binacional han llegado al grado para quizá reformular una simple pregunta: ¿el “segundo piso de la transformación” quiere seguir siendo socio de los Estados Unidos?

La maniaca necedad de López Obrador y el uso deliberado del conflicto como herramienta y táctica para lograr sus objetivos y el aplauso sincronizado de su rebaño, ha llegado a niveles dignos para estudiar el trasfondo de su narcisismo. Estar en permanente búsqueda de pleito creando disrupción con su manejo intencionado y calculado para influir en la dinámica del poder está empujando al país a un estado que pisa más allá de la polarización.

El capricho de sacar a toda costa la reforma judicial ha logrado cohesionar a un sinfín de actores de diversas esferas y con ello el Presidente ha mostrado ese rostro intolerante que le ha ganado internacionalmente una reputación que en nada le ayudará a partir de octubre.

La intensidad del ruido político y el coro moreno triunfador de una mayoría calificada para cumplir los deseos de este Presidente ha logrado hacer historia; el riesgo México ha aumentado, hace unos días cotizó en los mercados globales como si fuera BBB- lo que implica —para aquellos iletrados— que el acceso del país a los mercados globales será más caro, aumentando la carga de la deuda, es decir para el pago de intereses y que por ende impactará en el presupuesto del 2025.

No es casualidad sino causalidad, que hace un par de días y ayer nuevamente Sheinbaum, Ramírez de la O y López Obrador tuvieran una reunión en medio del torbellino diplomático irresponsable de las “pausas” con los embajadores de Canadá y los Estados Unidos.

Jugando con fuego no sorprende que Andrés Manuel se haya convertido en un piromaniaco a casi 30 días de convertirse en expresidente. Sus impulsos para incendiar todas las praderas políticas, sociales, económicas, diplomáticas, empresariales, estudiantiles y ciudadanas, ¿es un intento de dejar un país vulnerado, sin contrapesos y sin instituciones? El Estado de derecho inexistente en amplias zonas del país y en franco cogobierno con organizaciones criminales arroja preguntas para la ruta de la próxima administración.

¿Alguien está sopesando seriamente el escenario del conflicto doméstico y la probabilidad de disturbios y más tensión social? No debe olvidarse que en la carretera paralela de los Estados Unidos transita el affaire Zambada y su efecto dominó que dista mucho de haber finalizado.

¿México quiere cerrar canales de comunicación estratégicos? No hay relación con más impacto que la de Estados Unidos. ¿Cómo se estará interpretando allá esta “pausa”? En este momento en la coyuntura político electoral se están pronunciando nuevos actores y el pronóstico aún es bastante reservado sobre el resultado de la elección en noviembre.

El cierre de sexenio es ya una incontrolable bola de nieve que crece con los errores políticos, traspiés, confusiones, prisa, mentiras y desorden.

Y la construcción del marco de desconfianza e incertidumbre inevitablemente golpeará la línea de flotación del gobierno entrante de Sheinbaum. La volatilidad financiera será su compañera de viaje hasta que llegue a la encrucijada y se vea obligada a tomar una decisión. Y desafortunadamente, el tiempo no es su mejor aliado.

@GomezZalce

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