El fracaso de este régimen en abordar la polarización —encabezada hace años por el jefe del Estado mexicano— la violencia y la inestabilidad en amplios territorios del país, está teniendo repercusiones profundas y multifacéticas en todos los aspectos de la sociedad abarcando desde lo político y económico hasta lo social y cultural.
Esta descomposición alcanza niveles insospechados y emerge la punta de un enorme iceberg cuyos componentes más sólidos son la corrupción y el innegable empoderamiento del crimen organizado en los tres niveles de gobierno. El resultado está a la vista de todos.
En un breve periodo de tiempo las voces que se han sumado a la preocupación del estado que guarda el próximo proceso electoral han puesto el dedo en la llaga de la cuatroté; la oposición, el Episcopado mexicano, la ONU, la clase empresarial y actores de la comunidad internacional entre otros, han expresado desde diversas tribunas que en México los grupos criminales son el mayor riesgo de las próximas elecciones.
La narrativa cobra mayor fuerza cuando hace semanas el cabecilla de un grupo criminal señala en un video que circuló en redes sociales, haber entregado dinero para la campaña de López Obrador en el 2006. Acto seguido irrumpen de la nada en otro video, una presunta banda de delincuentes perfectamente uniformados y armados, a desmentir lo dicho por tal sujeto y de pilón defienden al Presidente (¿?) de lo que consideran son calumnias.
El contexto que raya entre lo surrealista e irracional termina sustentando el relato de un narcoestado que con su espiral de violencia y corrupción institucional viene encendiendo hace meses las alarmas internacionales.
En escasos meses han sido asesinados cerca de dos docenas de precandidatos y candidatos de todos los partidos políticos. El ambiente se enrarece rápidamente y no parece haber un control de daños y manejo de las crisis que debilitan aún más la imagen del gobierno de López Obrador cuyas cifras horrorizan; México es el lugar número uno en el Índice Global de Crimen Organizado, la cuatroté tiene el mayor déficit público de las últimas décadas, la corrupción se permite para el círculo presidencial, el número de homicidios dolosos alcanza una cifra mayor a 180mil, hoy #8M está presente la cifra de 10 mujeres asesinadas diariamente y los cárteles cogobiernan de facto en amplios territorios del país. La duda genuina es si a este “esperpento” se le pretende dar continuidad. ¿Estos son los cacareados cimientos del 2do piso de la transformación?
Y por si faltaran señales hacia las erráticas conductas en el palacio, López Obrador tuvo respuesta ante sus sistemáticas agresiones contra sus dos socios comerciales; el gobierno canadiense canceló súbditamente la Autorización Electrónica de Viaje (eTa) —que la UE implementará también para los mexicanos a partir de noviembre próximo— anunciando nuevos visados para ingresar a su país. En paralelo Trump y Biden endurecen sus discursos acerca de la amenaza latente para la seguridad regional la política mexicana de los abrazos presidenciales y su fracaso migratorio, hoy epicentro de las campañas en Estados Unidos.
El fastidio social, el descontento generalizado y la violencia en las protestas son síntomas irrefutables de un gobierno desbordado. La transformación fracasa en el fango del caos y la corrupción patalea por oxígeno seis años más.
Así de peligrosamente clara es la realidad.