Los estados fallidos o frágiles representan una amenaza significativa para la democracia y la estabilidad global por diversas razones y es evidente subrayar que escenarios así impulsan el empoderamiento de las organizaciones criminales. México hace tiempo danza en la frontera de zonas sin ley a merced de los cárteles del narcotráfico e intereses trasnacionales. La narrativa de un Estado carcomido por la corrupción y arrodillado por los abrazos presidenciales está en el colectivo internacional, las señales de diversos países que señalan el desgaste y el declive del país en el rubro de seguridad, democracia y la aplicación de la ley son cada vez más comunes.

La inseguridad y violencia en los últimos días aunado al abierto desafío con el secuestro de 16 elementos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Chiapas son ejemplos de que el gobierno transformador cuatroté es incapaz de mantener el orden público donde se alimenta la impunidad en demasiadas esferas que se trastocan entre sí.

Los conflictos internos abonan a escenarios de desplazamientos de la población que terminan por ser vistos como amenazas por otros actores, vecinos o estados.

En medio de contextos electorales donde entusiasmados por el pésimo ejemplo del presidente y su perverso plan de adelantar los tiempos políticos y la abyección del INE, se atropellan todas las reglas y normas para las sucesiones locales, estatales y federales.

La apuesta del palacio al orden a partir del caos para generar patrones ordenados de condiciones que parecen caóticas y/o aleatorias tienen fondos en el banco del ánimo moreno que espera ansioso que cada mañana se “les tire línea”. En la ruta inevitable de la colisión política-electoral-social que se avecina, se pierde de vista el bosque que arde en llamas de impunidad, violencia e inseguridad.

Chiapas es un claro ejemplo de cómo la problemática pluricultural local de sus pueblos indígenas, y la inestabilidad e ingobernabilidad latente gracias a un gobierno ausente, desordenado, improvisado e ineficaz pudiera llegar a ser el efecto mariposa que arrastre al país entero a una espiral peligrosa.

Ríos de tinta se han escrito acerca de la serie de desafíos significativos que tiene la región incluyendo la marginación, pobreza extrema, derechos y etnias indígenas, narcotráfico, corrupción, etc., pero el fracaso del gobierno de López Obrador y su gobernador Rutilio Escandón es estrepitoso. Chiapas es una joya de la disputa electoral y de los arreglos tras bambalinas entre Morena y sus aliados, perdiendo de vista que la complejidad del escenario local está prendida de alfileres.

Con pequeños cambios en la presión de los intereses en la zona se afecta el río revuelto de forma impredecible. Los chiapanecos necesitarán algo más que los rostros de siempre y los discursos resbalando en los lugares comunes. El insulto del presidente a las víctimas y familiares de los elementos policiacos secuestrados por delincuentes dibujan la distancia de las realidades del palacio.

Las alertas chiapanecas pudieran llegar a ser ese aleteo de la mariposa que desencadene un tornado inesperado en otras regiones del país donde la Guardia Nacional, los militares y cualquier autoridad están absolutamente rebasados.

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