En el siglo XX México ingresó en una nueva era de la lucha política armada con movimientos de guerrilla más autónomos, más fuertes y más legítimos que aquellos de los 60 y 70 que se dieron como reacción en contra del proceso de globalización llevado a cabo por el aparato del Estado-nación en franco desmantelamiento.
La toma de conciencia de la actualidad del fenómeno proviene indudablemente de la experiencia innovadora del Ejército Zapatista de Liberación Nacional surgido en Chiapas. A partir de enero de 1994 la guerrilla, heredera de la de los años 70, fue prácticamente liberada de la acusación de ser agente del extranjero.
No obstante, pese a la ocultación de datos esto no la salva de una dependencia de la narco-economía. México vive una era de violencia sin precedente aunque se desgañite con “otros datos” el predicador mañanero. Las organizaciones criminales desafían todos los días al Estado logrando su cometido mientras la fallida cuatroté, en toda la extensión de la palabra, está entablada en disputas internas —moderados contra radicales y viceversa— al ritmo del esquizofrénico “destapador” presidencial que distrae, hechiza y manipula un rebaño inútil, corto de miras y ausente en las soluciones de problemas nacionales.
En Chiapas se gesta la tormenta perfecta y no habrá discurso ramplón para aventar culpas y justificar más fracasos que volverán a ser castigados en las urnas.
El surgimiento del grupo de autodefensa “El Machete” para combatir la incursión del crimen organizado en Pantelhó donde destacan las complicidades del CJNG —con quien este descarado gobierno mantiene un diálogo y negociación para aportar datos de los 43 normalistas— con autoridades municipales, ha develado el absoluto fracaso político del gobierno de Rutilio Escandón. La noticia del video difundido donde un grupo de indígenas denuncia atropellos, asesinatos y amenazas contra tzeltales y tsotsiles es una bomba de tiempo que detonará la añeja problemática chiapaneca que no encuentra respuesta ni eco a sus demandas ahora por parte de un gobierno que presume cercanía, afinidad y empatía con los más desfavorecidos.
En una mezcla donde convergen las comunidades indígenas y sus problemáticas, las demandas del sector magisterial y los intereses de los cárteles de la droga, la administración de Escandón y los floreros federales del gobierno de López Obrador no han dimensionado la precariedad de la situación que ha empujado a los indígenas a tomar las armas para defenderse de los grupos delictivos.
Este fenómeno parece ya normalizarse en el país en las narices de nuestras fuerzas armadas que abrazan, construyen, administran y denuncian la alta tecnología utilizada por el narco; López Obrador ha logrado transformar con un sortilegio económico a nuestro ejército asumiendo que no habrá corruptelas y consecuencias. Pero será la realidad (geopolítica) la que se encargue de poner esos puntos sobre las íes.
Más vale que este gobierno ponga mucho más atención al contexto diario de violencia que horroriza, agravia y amenaza romper la estabilidad del país y la gobernabilidad en regiones de narcogobiernos. Chiapas puede ser la mecha de seguridad cuyo núcleo central de pólvora es Pantelhó que ya muestra una preocupante fragilidad institucional mientras el “destapador” juega con sus corcholatas y un lejanísimo y minado camino rumbo al 2024.
Aterrador.
POR LA MIRILLA. El tercer repunte es oficial en el país y en la Ciudad de México donde se negó y minimizó como si la pandemia estuviera controlada y fuera algo del pasado. Expertos coinciden en que este repunte de contagios con millones de mexicanos sin una sola dosis de vacuna pinta para un escenario muy complicado para todos por igual.
Hay que seguirse cuidando y usar el cubreboca…