En la larga historia de la izquierda gobernando la Ciudad de México no se había perdido en una jornada electoral el bastión de manera tan escandalosa. Tan contundente. El impacto psicológico que ha causado esto pegó en la línea de flotación del ánimo presidencial que ha salido a defender lo indefendible con cinismo e ironía. La técnica narrativa y la forma de expresión presidencial se asemeja a un inexistente triunfalismo arropado en un papel de víctima que a la suma de la distancia del tiempo se vuelve trágico-cómico. Luego entonces la pedestre comedia no es sólo tragedia más tiempo.

Escuchar al presidente decir que se perdieron alcaldías emblemáticas a causa de una “guerra sucia” y como voz del coro interpretando la pieza presidencial de manera coordinada la jefa de Gobierno rematando con “la campaña de desprestigio” es, una vez más, eludir la realidad. Es ignorar la suma de factores que orilló a miles de capitalinos a emitir su voto de castigo y decepción el pasado 6 de junio.

El castigo es bastante evidente pese a la sistemática negación y simulación de uno y otro. López Obrador le entregó las riendas de la operación política y electoral a Claudia Sheinbaum y la descoordinación, los rencores, la soberbia y la falta de oficio de quienes estructuraron la hoja de ruta, fracasaron. La falta de visión estratégica para atender la problemática de la capital, la ineficacia de los perfiles en cargos relevantes de la administración pública, la nula autonomía frente a los intereses del palacio y falta de empatía ante las tragedias económica, sanitaria y como botón el colapso de un tramo de la Línea 12 sin una rendición de cuentas inmediata, terminaron por impactar el ánimo de miles de capitalinos.

Ante la crisis la instrucción es repartir culpas y continuar con el manual de distractores del desastre morenista en la capital donde quedó cincelado el sello de una alianza opositora que deberá cumplir y dar resultados si aspira a ser competitiva en el 2024.

La desmoralización de la capacidad de transformación morena debería conducir a una profunda reflexión y autoanálisis. El espacio en que debió constituirse la voluntad general de la ciudadanía y el consenso político se tornó un obstáculo a los designios de un solo hombre y la trayectoria de la izquierda partidaria en la dirección de su institucionalización se fue distanciando de un sector importante formulando sus posiciones más en función de los deseos presidenciales. El mensaje de la urna capitalina es contundente del hartazgo de la genuflexión y de las disputas de poder internas por la destapada sucesión presidencial. Los tiempos obligan a apretar el paso y convencer en una coyuntura donde la cuatroté transita en un torbellino de contradicciones, fracaso en la estrategia de seguridad y corrupción.

Y todo ello impacta la relación bilateral. Uno de los mensajes de la visita de Kamala Harris en la declaración conjunta no dejó espacio a dudas; “…los dos países acordaron llevar a cabo una reunión de alto nivel sobre cooperación en materia de seguridad, con fecha aún por definir.” Es decir, no hay coordinación ni ruta delineada para atacar este problema que, de no ser enfrentado, marcará de manera irreversible ambas elecciones del 2024.

POR LA MIRILLA

1. El PVEM dará los diputados que se irán a Morena para lo que el presidente ocupe. El acuerdo pasa por la sucesión en Quintana Roo. Y los que renuncien al Verde porque sus “ideales” han sido traicionados se irán al PAN. Es decir, el chapulineo a todo lo que da…

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