La manipulación de la que es víctima una gran parte de la ciudadanía incluyendo legisladores, militantes y funcionarios por parte del presidente López Obrador destinada a legitimar una posverdad de decisiones, acontecimientos y propaganda, va quedando lenta y progresivamente al descubierto.

El anuncio del hackeo a la Sedena por parte del grupo internacional de hacktivistas “Guacamaya ” —se entiende el nombre en alusión a la especie Ara Militaris — marca el parteaguas de la cacareada transformación con los múltiples correos y documentos sobre un sinfín de asuntos algunos relacionados con la frivolidad, negocios, corrupción, otros con la ruta en la cadena de mando y con el podrido andamiaje de Morena y sus presuntos nexos con el crimen organizado.

El peligroso relato de la penetración del narco en gobiernos estatales encabezados por el partido del presidente comienza a emerger y administrar la información que todos los días pegará en la línea de flotación presidencial parece haber empujado al Ejecutivo a dar la batalla para controlar la narrativa y hacer un control de daños mañanero.

El gran perjudicado además de López Obrador con las consecuencias de sus abrazos —negados para sus excolaboradores— para las organizaciones delictivas, será la institución militar si bien el manejo de la crisis no parece estar entre sus prioridades.

El silencio alrededor de la información es por demás ensordecedora.

La nula visión estratégica verde olivo quizá arropada por el espejismo de un manto transexenal les impide analizar que el escrutinio al interior de nuestras fuerzas armadas está en la arena de riesgos internacional.

Ahí en esos poderosos despachos donde se elaboran las listas de las personas de interés para gobiernos extranjeros.

Las señales de la podredumbre han estado presentes los últimos años y la escalada de violencia no cede, sino que con los días empodera a los criminales que desafían al Estado mexicano y pretenden normalizar escenas dantescas en regiones presumiblemente custodiadas por una Guardia Nacional , emblema del fracaso en labores de seguridad pública.

Costos que hoy, en la borrachera del poder no vislumbran, y que pagarán en abonos los próximos seis años entre escándalos de abusos, torturas, corrupción y desapariciones forzadas. Menú que por cierto no (prescribe) culmina con la esfera de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Los proyectiles del Ara Militaris han golpeado también la línea electoral del secretario de Gobernación revelando que, en Tabasco, durante su gestión, se le entregó la seguridad pública a una organización delictiva cuyas cabezas están en la lista de los más buscados por Estados Unidos. No es un dato menor pese al despliegue propagandista de pretender subestimarlo. En el transcurso de pocos días en el torbellino mediático aparecieron la revelación de la publicación de un libro que presuntamente exhibirá el modus vivendi de las últimas décadas del Ejecutivo, el retorno de Pegasus y el no somos iguales del espionaje político —matizándolo con labores de “inteligencia”— contra periodistas, actores, activistas y adversarios políticos y cerrando con un broche de guacamaya el imperdonable hackeo a los archivos/correos de la Sedena.

Hecho que debería avergonzar al haber sucumbido a esa pedestre austeridad responsable del desastre para proteger información de seguridad nacional.

La implosión morena tiene tintes verde olivo, pero el grito de la guacamaya pegará también entre los actores de distintos colores partidistas . Difícil un buen pronóstico que abona a un clima de enrarecimiento y desestabilización política-social entrando al quinto año de gobierno, con una sucesión adelantada y con las derivaciones bilaterales de las controversias por el T-MEC y ante el resultado de las elecciones intermedias el mes próximo en los Estados Unidos.

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@GomezZalce 

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