La posverdad es un fenómeno que se ha convertido en parte integral de la política moderna y se refiere a la idea de que las emociones y las creencias personales tienen más influencia en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos. Los discursos de López Obrador ya instalado en el palacio vienen empleando técnicas de posverdad para generar apoyo, confirmar lealtades y movilizar al rebaño de seguidores.
El Ejecutivo ha anunciado nuevamente como pretexto su celebración de haber ganado en el 2018, sin hacer por supuesto una mínima autocrítica al estruendoso fracaso en materia de seguridad que ya empoderó a las organizaciones criminales que con absoluto descaro desafían todos los días a ese cuerpo inútil, híbrido, ineficiente y desordenado llamado Guardia Nacional.
Eso sí, la creación de este adefesio que no cuenta con un marco jurídico, gracias a la simulación y mentiras presidenciales atropellando la Constitución para transferirlo formalmente a Sedena, será festejado en medio de una ola de irregularidades, abusos y presuntas ejecuciones extrajudiciales.
Quizá en la cuatroté la corta visión no da para entender el proceso en el que México está inmerso en materia de derechos humanos cuyas esquirlas trastocan la esfera internacional.
El discurso de posverdad presidencial danzando alrededor de la violencia e impunidad imparables en cada vez más regiones del país, toca bordes peligrosos al ir creando una ruta de choque entre los hechos objetivos que lastiman a millones de mexicanos y la realidad mañanera basada en emociones y sus creencias personales desplazando la información empírica en la propaganda mañanera de los “otros datos”.
En el torbellino distractor de las corcholatas y la simulación del piso parejo las señales relevantes no preocupan a altos funcionarios del régimen; la presión de legisladores estadounidenses para sanciones contra aquellos ante la falta de acciones contundentes en el combate a las organizaciones criminales.
Entrando ya en breve al epicentro electoral en ambas naciones, la cuerda en varias áreas estratégicas llegará a su máxima tensión con efectos colaterales.
Mientras tanto nada como la cascada de ocurrencias —después de la cancelación del Horario de Verano— que pasa por el consejo del sabio presidencial para que los mexicanos se levanten más temprano y así evitar las altas temperaturas que están poniendo a prueba el modelo Bartlett CFE. Y la organización del acarreo costoso y masivo en el Zócalo justo en el timing de la guerra intestina por el poder, servirá para que López Obrador se empiece a despedir y a enviar esas señales y símbolos que en las formas dirán todo de su fondo incluyendo la oda a sus cambios en el gabinete y ¿la estafeta para la candidatura en la CDMX?
O ¿alguien estará pensando que será un acto más de pura propaganda, culto a la personalidad y posverdad?
En los pasillos del palacio ya se está moviendo la maquinaria morena y se estará cuidando cada detalle para que, como dijera el clásico, nadie se haga bolas…