El Año Nuevo representa el comienzo de un nuevo ciclo de tiempo en el calendario, marcando el final de un año y el inicio de otro. Esta celebración generalmente está asociada con la esperanza, la renovación y la oportunidad de un nuevo comienzo. Se suele reflexionar sobre logros y experiencias del año anterior y se establecen metas y/o resoluciones para el año que comienza. Este 2023 que está a punto de culminar, también indica en el calendario electoral el inicio del fin de la transformación iniciada en el 2018; es decir empiezan ya los últimos meses del gobierno de López Obrador. Cómo continúa o si continúa la misma es una incógnita, pero es evidente que no será con la misma cosmovisión presidencial por más que se quiera pretender y construir esa narrativa rumbo a la elección. En política, está demostrado, cada quien le pone su sello personal en la hoja de ruta para gobernar.
La transformación de López Obrador hace historia al dejar el tiradero más grande en las últimas décadas en el rubro de seguridad. Y sin seguridad no hubo tal transformación, que nadie se engañe. La tasa de homicidios y el empoderamiento de las organizaciones criminales es alarmante. Hace años el crimen organizado tiene una influencia significativa y un control sustancial sobre gobierno(s) y sus instituciones.
La corrupción sistémica —otro rubro de un estrepitoso fracaso— el control de territorios y la impunidad son sellos indiscutibles de esta cuatroté, ejemplos sobran y basta nada más puntualizar la preocupación del gobierno estadunidense que no quita la presión en la esfera de su seguridad nacional, hoy amenazada además por el colosal desastre en una política migratoria y los abrazos hacia las bandas criminales.
No basta el relato propagandista para tapar el sol con una mañanera. La inauguración a medias de todos los megaproyectos presidenciales ha exhibido la falta de planificación, la falla en prevenir los obstáculos, el nulo tino conjugado con la enorme ignorancia para cumplir la meta de los presupuestos y la falta de habilidades necesarias que más bien están enmarcando una transformación mediocre, una transformación a medias.
La falta de excelencia, calidad y distinción en el desempeño de los megaproyectos en comparación con la expectativa que generaron es botón internacional. Regodearse con el éxito de cortar un listón, inaugurar trayectos a medias, dibuja de cuerpo entero la imagen en la mente colectiva cuatroté: todo es de medio pelo.
La próxima administración —no importa el color partidista— hereda diversas bombas de tiempo que corren institucionalmente en planos transversales, integradas y coordinadas en múltiples áreas volviéndolas exponenciales. Llega el 2024 además con una preocupante adicional, la erosión democrática que enciende focos rojos en varios tableros internacionales. Y al calor de las campañas el escenario no luce favorecedor ante la estrategia de polarización y la sugerente intromisión del narcotráfico en los comicios.
¿Hay razones para recibir con optimismo y esperanza este Año Nuevo?
Sin duda alguna. A pesar de los desafíos que se enfrentarán en múltiples esferas, siempre hay la capacidad, disciplina y perseverancia de superar obstáculos que no serán menores este 2024. Pero no se olvide que la esperanza es un motor poderoso para unir visiones y establecer metas y objetivos.
Para todos … ¡Feliz Año Nuevo!
@GomezZalce