En un régimen autocrático la corrupción puede jugar un papel importante pero no necesariamente es un pilar fundamental; en los regímenes autocráticos se tiende a concentrar el poder en manos de una sola persona o un grupo reducido lo que facilita la corrupción al eliminar los controles y equilibrios que existen en sistemas democráticos. Esto parece ser una descripción bastante acertada de la transformación iniciada en el 2018 donde López Obrador prometió erradicar la corrupción y la impunidad, ambos ejes estratégicos de su plan de gobierno.
Cinco años después el fracaso de esta promesa es evidente. Su incumplimiento ha derivado de una decepción latente y una profunda desilusión para millones de electores. La falta de transparencia y la obsesión presidencial por simular y arremeter contra los contrapesos y la rendición de cuentas ha exhibido a lo largo de su sexenio un cambio radical en sus prioridades.
La meta de López Obrador es la perpetuación en el poder a través del “segundo piso de la transformación” evitando así los desafíos internos. Una apuesta que forzosamente necesita estar arropada por flujos de dinero para seguir cooptando y manejando el bastón de mando. Ya como ex presidente es falsa la narrativa de su retiro. La amenaza latente de las derivaciones de los excesos y corruptelas permitidas de su círculo más cercano, son motivos suficientes para enrarecer el ambiente electoral, amagar con el relato de soltar los tigres mediante un golpe de estado técnico y empujar a un juego de suma cero.
El anuncio hace unos días de Javier Corral presentando la creación de una Agencia Federal Anticorrupción dio el tiro de gracia al nonato Sistema Nacional Anticorrupción cuyos resultados han sido una burla y ejemplo de simulación.
El discurso de Corral no dejó espacio para dudas al decir que “..la conducta personal de honestidad del presidente ha sido fundamental pero no suficiente…(la corrupción) es un fenómeno persistente, transversal, sistémico y universal que ha presentado para México un lastre que ha debilitado sus instituciones y minado la confianza pública..” Un golpe directo a la línea de flotación del barco cuatroté que desencadenó molestia entre la runfla morena.
¿Será acaso uno de los ejes estratégicos de Sheinbaum en caso de ganar la elección presidencial o sólo un velo de simulación para marcar una desdibujada frontera con el Ejecutivo? ¿Fue un mensaje con destinatarios precisos? La lista de personajes en esta administración que han usado y abusado del poder para enriquecerse y exhibir sus excesos hacen palidecer a la caterva de corruptos en sexenios anteriores.
El agravio a millones de ciudadanos que viven infiernos de violencia e impunidad no ha sido medido en justa dimensión. La corrupción en el régimen de López Obrador es innegable e inocultable. Es la misma que está alimentando la inestabilidad política socavando la legitimidad de su gobierno dando lugar a protestas dentro de Morena donde el ambiente es ya de suma tensión por la disputa entre grupos.
El escenario nacional muestra una severa descomposición social que perpetúa un ciclo de impunidad en regiones enteras al permitir el cogobierno con el narco que diariamente gana terreno. La disyuntiva el 2 de junio es continuidad o cambio.
Construir el relato de continuidad con cambio rodeado de impresentables personajes, de un manto de impunidad y un hedor a corrupción por seis años más, no es opción.