Hace 15 días, en mi artículo publicado en este diario comenté entre otros aspectos, la compleja situación desatada por la pandemia de coronavirus y la enfermedad que aqueja a la población, el COVID-19; muy en especial en lo concerniente a la recopilación, análisis y usos de la información sobre la emergencia sanitaria en México.
Nos enteramos, porque así nos lo hicieron saber reconocidas personalidades científicas mexicanas y de otros países, que aquellos datos que oficialmente se nos han ofrecido son, en todo caso, cifras por comprobar. También anotábamos que sería necesario confrontar problemas muy graves desde otras facetas inherentes al mejor desenvolvimiento del ser humano, de los ciudadanos. Así, vienen a mi cuestionamientos al respecto.
¿Qué pasará en términos sociales cuando enfrentemos la imposibilidad abierta de llorar junto con nuestros familiares o miembros de la comunidad, la pérdida de seres queridos que acuden a los hospitales, si bien les va, y de ahí al crematorio sin mayor ritual de duelo ni otras posibilidades de acercamiento y despedida ¿Qué sucederá en nuestra economía toda vez que muchos se vean limitados en sus ingresos, sea porque fueron cesados de sus empleos y disminuyeron sus haberes en algún porcentaje o se quedaron sin trabajo al agotarse sus medios de manutención? Remontar esto será muy complejo y cada día, semana o mes que transcurra, se agravará. ¿Qué pasará con nuestro pensamiento y percepción con respecto al gobierno de nuestro país, en el que debiéramos depositar toda nuestra confianza?
Parto de esta reflexión, para profundizar hoy en la seguridad pública en México, puesto que hemos dejado de conocer en forma clara y oportuna las cifras al respecto y, las que poseo, continúan siendo altamente preocupantes.
En materia de homicidio doloso estamos en números casi iguales o sin variaciones significativas; apenas con unas décimas a la baja que escasamente ayudan a crear certidumbre en nuestra sociedad. En lo general, se presume una disminución sostenida en los índices delictivos, pero no debiéramos dejar de preocuparnos y creer por ello que se han resuelto nuestras dificultades: ¿no es este un logro apenas marginal? Más aún, ¿qué nos aguarda en los meses próximos cuando se reanuden las actividades, pensando sobre todo en que marzo de este año ha sido el mes más violento de la administración federal actual con 3 mil homicidios, 146 más que en el mismo mes de 2019? ¿Por qué continuaron crímenes, asesinatos y masacres como antes, aun cuando hemos estado confinados en nuestras viviendas? ¿Cómo comprender esta circunstancia para juntos encontrar soluciones?
En el robo al transporte, a pesar de que cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) refieren una reducción del 31% durante marzo de 2020 con respecto al mismo periodo del año previo, la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga ha señalado afectaciones en sus operaciones debido a la inseguridad en las carreteras, además de la epidemia.
Por otro lado, se afirma que la violencia intrafamiliar ha decrecido en tiempos de aislamiento social, bajo el supuesto de que se redujo el volumen de denuncias ante instancias oficiales. Se ha creído que no existen ilícitos en el seno de las familias; empero, basta con observar los datos del SESNSP que no registran disminución alguna durante el primer trimestre previo a la cuarentena. En cambio, el servicio 911 recibió 9.6% más llamadas asociadas con este fenómeno que en marzo de 2019. Además, no debemos olvidar que 40% de los feminicidios llegan a tener su origen en el ámbito del hogar según lo reportado por el INEGI.
El resto de los delitos, para no aburrir a los lectores, salvo el descenso apenas con algunos puntos decimales, situación a la que han llamado “punto de inflexión”, permanecen sin mayor variación; no obstante que estudios y cifras aportados por conocedores en la materia no concuerdan con los resultados exhibidos, entre otros motivos, por la metodología que se utiliza.
Ahora veamos qué nos espera en materia de seguridad pública y de protección social cuando la pandemia termine. Me sorprendió profundamente la acción del Señor Presidente para incorporar ipso facto al Ejército Mexicano a cargo de estos fines. Me pregunto, ¿qué esto no sucedió ya cuando se integró la llamada Guardia Nacional? ¿Acaso no está conformada en su inmensa mayoría y altísimo porcentaje por miembros de las Fuerzas Armadas, tanto de la Secretaría de la Defensa Nacional como de la Secretaría de Marina Armada de México y complementada con muy pocos policías federales? ¿Conocemos con certeza cuál es la estructura policial, qué procesos desarrolla, cómo se ha distribuido en el país y qué indicadores proporciona en las áreas donde está localizada? ¿Querrá decir esto que nuestra institución militar pasará también a la Guardia Nacional, en las condiciones que he puntualizado y que así continuará hasta el final del sexenio, como aseguró el primer mandatario? Considero que amerita una mejor y más completa explicación porque serán ellos, los nuevos policías, quienes ofrezcan la seguridad pública tan demandada por los ciudadanos. En sus manos estará el cuidado de la integridad y el patrimonio personal y familiar, hoy y después de que la pandemia concluya.
Estimo que una vez que finalice el confinamiento, podríamos arribar a una situación compleja por no llamarle caótica: ¿Qué hacer? ¿Contaremos con ellos como apoyo? ¿Encontraremos esa fuerza indispensable para salvaguardar la seguridad pública? ¿Qué grado de confianza se nos habrá de otorgar? ¿Qué cercanía están capacitados a brindarnos?, y un largo etcétera. Pensemos en que muchos mexicanos se encontrarán sin trabajo y, por ende, carentes de ingresos. Se perderán fuentes laborales y, en consecuencia, optar por delinquir será quizá el remedio último al que arrinconarán los cambios por venir. ¿Qué se hará para asumir este enorme reto?
Como nota aparte, quiero manifestar mi mayor reconocimiento al gremio médico, de cual formo parte. Los profesionales de la salud, hemos atraído siempre la confianza y el amor de nuestros pacientes, cuyo bienestar, con convicción total, procuramos siempre. Hoy, el personal de clínicas y hospitales ha visto rebasada su capacidad para actuar, dada la insuficiencia de instrumentos y equipamiento para la solución de los casos, o bien, la ineficacia del sector para proporcionarlos. Por ello, merecen nuestro apoyo incondicional. Exigimos todo el respeto que amerita un mexicano bien nacido y es ejemplo para la comunidad. Mi solidaridad y reconocimiento para ustedes, compañeros.
Excomisionado nacional de Seguridad y excomisionado nacional contra las Adicciones