Desde la antigüedad ha prevalecido la idea de que, para salir adelante, progresar y evolucionar, es requisito indispensable contar con información. Es indudable que cuando hablamos de este insumo fundamental, buscamos que la respuesta sea oportuna, adecuada y aplicable.
Como sucede en tantos otros temas del quehacer humano, cuán difícil resulta conocer el qué y el porqué de situaciones y circunstancias. Se vuelven necesarias las pistas, las huellas, las cifras, las evidencias y tantos otros elementos que, como datos aislados, no alcanzan a ser una aportación auténtica, pero que en conjunto y con la debida articulación se transforman en valiosa información.
Sin embargo, alcanzar el grado idóneo de interacción con este insumo, clave para el análisis y elaboración de soluciones, a menudo nos encontramos rodeados por obstáculos que la mayor parte de las veces parecen gigantescos, al grado de impedir el logro de estos objetivos. Con ello, me refiero tanto a hechos vinculados con el proceder del propio individuo como al de las instituciones.
El Método Científico exige como primer paso, conocer el diagnóstico del fenómeno que se aborda. Sin él, nos desplazamos a ciegas en un mundo aparentemente abierto. ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué camino seguimos? ¿Quién nos acompaña? ¿Cómo armamos procesos y estrategias de lucha y esfuerzo?
Así, pueden pasar días, semanas, meses y años; y la claridad brillar por su ausencia. Lo digo a pesar de que, para garantizar la recolección, organización, preservación y acceso de la información, se realizan inversiones muchas veces a escala multimillonaria destinadas a la más alta tecnología y a sus operadores, pero que infortunadamente se estrellan contra el desconocimiento. Al respecto, debo admitir que, por razones varias hacia las que prefiero no incidir, en el tema de la seguridad pública, casi pudiera definirse esta cadena de estropicios como una constante.
Reconozco y aquí reitero que, en mi labor frente a la Comisión Nacional de Seguridad, una de las grandes acciones esperadas consistió en la gestión del proyecto conocido como Plataforma México. Debíamos recopilar datos, procesarlos y convertirlos en información relevante, dentro de todos los rubros que nuestra materia significa; para ser efectivos, había que tocar la geografía mexicana por entero, incluso estudiar la más pequeña comunidad de algún municipio o alcaldía distantes. En mi criterio, y con ello no deseo menospreciar esfuerzos previos, procuré seleccionar desde entonces a profesionales con el mayor prestigio en este campo de conocimiento.
La pregunta obvia a la que pretendo acercar alguna respuesta es: ¿qué ocurrió? Faltó perspicacia, quizá simpleza o, por el contrario, una mayor complejidad de acción. Quizá, la implementación no llegó a operar a un ritmo cotidiano apropiado; o bien, los protocolos y canales no crearon las conexiones necesarias. Más aún, los datos no sufrieron el análisis conveniente para permitirnos llegar a decisiones trascendentes.
Pero si algo sobra en México, principalmente en torno a la seguridad pública, son hechos y datos sobre éstos; a diario aumentan y se multiplican, pero no necesariamente se explican a cabalidad o dan pie al análisis que antecede al pronóstico y al programa de acción. Los actos delictivos incrementan en mayores proporciones, tanto cuantitativas como cualitativas. Se suman acontecimientos que antes suponíamos exclusivos de la ficción o la trama de una película; pero también eventos que involucran todo y a todos, acabando con la integridad de una familia, con la tranquilidad de un pueblo, con la paz personal y el libre tránsito de las personas. Y a pesar de existir ciertos cúmulos de información, no asoma atisbo de conocimiento sobre las causas.
¿Quién es el perpetrador? ¿Por qué? ¿Qué le llevó a tal pulverización social? Y los órganos responsables de la investigación, ¿qué tienen que decir? ¿No están pletóricos de información indagatoria en la que muy poco profundizan y lo más grave, casi nunca se arriba a un destino final? ¿Cómo esperan que las víctimas o sus allegados las reconozcan y lleguen a confiar en dichas instancias?
Es obvio que aquí y ahora no pretendemos definir tecnologías de información y menos, aquellas que correspondieran a la Inteligencia Policial. Ya comentaremos sobre este capítulo tan relevante y fundamental.
Concluiré señalando, anteponiendo mi propia limitación, que si no nos informamos e informamos con idoneidad, difícilmente alcanzaremos el gran objetivo que ha dejado plasmado el señor Presidente de la República desde su campaña para encabezar el Poder Ejecutivo: la lucha total contra la corrupción y la impunidad, la que observó con satisfacción en otros campos más no en el propio de la seguridad pública y que pretende ofrecer mejores resultados.
Ex Comisionado Nacional de Seguridad y ex Comisionado Nacional Contra las Adicciones.