En la oportunidad que EL UNIVERSAL me ha ofrecido como colaborador invitado, he procurado dirigir reflexiones y comentarios hacia programas o acciones implementadas durante mi desempeño como servidor público y, también, en términos personales. En este sentido, no puedo ni debo soslayar mí vínculo con la Actividad Física y el Deporte de los que he permanecido tan cercano en diferentes aspectos y etapas de mi vida.
Podríamos considerar el tema de esta publicación bajo dos perspectivas: la primera versa sobre el importante significado de la Actividad Física y el Deporte, su práctica e impacto para la salud integral del ser humano. La segunda, radica en cómo lograrlo, qué hacer y muy en especial, cuál es la responsabilidad en su consecución, tanto de instituciones de gobierno como de todas aquellas públicas y privadas que en forma directa o indirecta contribuyen o habrían de hacerlo en este ámbito tan trascendente para el mejor desarrollo de la persona. No se puede ni debe desvincular a estos grandes rubros y, nadie mejor que el lector para juzgar los resultados cualitativos y cuantitativos que en dichos campos ofrece y ha dado nuestro país. Asimismo, podrá ponderar qué tan cerca o lejos nos encontramos de cumplir las metas deseables.
Los resultados más cercanos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (INEGI, INSP: 2019) reportan alarmantes índices en padecimientos crónicos: obesidad, diabetes, afecciones metabólicas y cardiorrespiratorias son los principales. ¿No debiera merecer toda la atención el que tres de cada cuatro mexicanos presenten sobrepeso? ¿Qué parálisis nos invade toda vez que escasamente nos cuestionamos acerca de nuestra responsabilidad social ante estos hechos?
Como médico y profesional de la salud me permito subrayar la indiscutible relevancia de la Actividad Física y el Deporte en el crecimiento y desarrollo armónico de personas y colectivos desde la más temprana edad. Con acciones tan sencillas como caminar y estirar las extremidades, durante cierto tiempo y algún número de repeticiones, el cuerpo humano experimenta cambios positivos que repercuten en mejor oxigenación y, ulteriormente, en la circulación y presión arterial, modificaciones para bien en el metabolismo y desempeño de órganos y sistemas de su propia anatomía.
Cuando el niño, el adolescente, los jóvenes y los adultos llevan a cabo la Activación Física en cualquiera de sus formas, la experiencia de mejoría influye en la percepción que cada individuo tiene de sí mismo. Más allá de los cánones de la belleza, que varían según latitud y época, sentirse bien ayuda a canalizar mejor las emociones y a superar adversidades. Científicos de la talla de Daniel Goleman y Howard Gardner han investigado profusamente el poder del deporte en la conformación de la disciplina, la formación de hábitos, la modelación de actitudes positivas y la mejor actuación en la convivencia social. El desarrollo de la inteligencia emocional deviene también de construir una de tipo kinésico o del movimiento.
¿Surgen estos logros de manera espontánea? No necesariamente. En mi desempeño como deportista y servidor público he tenido la oportunidad de atestiguar y estudiar el impacto que ejerce el contexto en la salud y la afinidad hacia la Activación Física y el Deporte. Es indudable la influencia de creencias, intereses y comportamientos desde los padres en el hogar. Por ello, cuán importante es que en la familia exista esta experiencia y cultura que se ligue o encadene a las acciones que la escuela obligadamente habría de enfrentar al ya educando.
El medio escolar sería en consecuencia el entorno donde evolucionarían los individuos en su primera relación con el deporte, amén de la Educación Física, anteriormente conocida como “La Clase de Gimnasia”; de lo que hoy amargamente estamos carentes. Tanto motivos y enfoques como acciones dentro de los planes y programas de estudios han dejado lugar a vacíos que infortunadamente son satisfechos por conductas de índole reprobable que día a día alejan al estudiante del bien ser y el bien hacer.
Muy en especial, durante la adolescencia debieran sobrar esfuerzos para canalizar las pulsiones de los jóvenes hacia actividades deportivas y el mejor uso del tiempo libre, a fin de que maduren en el plano físico, emocional, social y en su orientación hacia el logro de resultados: comprender y seguir objetivos, ceñirse a reglamentos, participar en competencias y arribar a metas cada vez más desafiantes. Las consecuencias positivas no se hacen esperar en campos como el académico y de convivencia social.
Hoy día, además, para la Activación Física se ubican toda suerte de argumentos, posibilidades, lugares, sitios, oportunidades en donde a menor o mayor costo e inclusive con gratuidad, la persona de cualquier edad, sexo y condición físico-atlética o económica, puede desarrollarse. Recuerdo que cuando tuve la oportunidad de desempeñarme como Secretario del Deporte de la Ciudad de México, ubicamos en parques deportivos y a costo sufragado por nuestro escaso presupuesto, los llamados “Gimnasios al Aire Libre”, que permitían con aparatos y anclajes bien estudiados, hacer ejercicios simples como las llamadas “lagartijas”, “abdominales” y “dominadas” entre tubos, planchas, cadenas y argollas de bajo costo y prácticamente nula necesidad de conservación. Aprovechamos predios y jardines para trazar senderos e iniciar el desarrollo del manejo cardiopulmonar (aerobismo), aclarando distancias, tiempos y otra información de utilidad para el practicante. Esto quizá contribuyó en el mejor desarrollo de la caminata y la carrera hoy tan en preferida en todos los países.
En esta primera parte del tema se alcanza amplia justificación, tal como puede leerse en diversos tratados, y solamente pretendemos retomar la importancia de la Actividad Física y en su caso del Deporte. ¿Somos capaces de la práctica deportiva en casi todas las disciplinas existentes, tanto las consideradas en el ciclo olímpico como aquellas no olímpicas? La respuesta cae por sí misma y está basada tanto en la naturaleza humana como en las experiencias y los antecedentes de los propios mexicanos. Sí somos capaces; sí debemos abocarnos a ello.
Empero, para tal efecto se han establecido marcos legales, reglamentos, normas y estatutos, vigentes incluso desde hace décadas, que obligadamente debieran ser conocidos por los responsables del destino del Deporte Nacional. Acerca de esto, en nuestra próxima entrega, haremos consideraciones aun cuando quizá no todas resulten un halago a la vista e interpretación de algunos de nuestros lectores.