Por muchos años y durante varias administraciones hemos escuchado sobre la conveniencia e incluso la necesidad de unir los esfuerzos entre policía y ciudadanía. Se ha dicho, y con razón, que la confianza de la sociedad hacia los cuerpos de seguridad pública que le sirven se hace obligada para obtener los mejores resultados en el combate a la delincuencia. Sin embargo, no basta la buena voluntad de las partes para unir los denuedos de unos y otros, sino cumplir con procesos y protocolos que de ellas deben emanar para lograr los objetivos pretendidos. De ahí que se desprende el Programa de Cuadrantes.

Previo a su implementación en la Ciudad de México en el periodo que va del 2008 al 2012, durante mi gestión al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, analizamos la estrategia de los cuadrantes aplicada en el campo policial en una selección o muestra de países.

Personalmente, acudí a Colombia donde me fue posible evaluar tales acciones, en una nación cuya fuerza pública es por todos reconocida. Nuestra decisión prescindió de la reproducción literal de los programas colombianos, toda vez que se observaron grandes diferencias estructurales entre las instituciones de seguridad pública mexicana y colombiana; no obstante, el marco general sí contribuyó en gran medida para alcanzar nuestros propósitos. En su oportunidad ocurrió algo semejante al observar el caso de los ‘Carabineros’ chilenos, de igual manera célebres por su profesionalismo.

Permítanme ahora, comentar la experiencia con respecto al Sistema Operativo Policial de Cuadrantes aplicado en México, en particular, en la capital del país. En ello, subrayo, la estrategia y su implementación están lejos de fundamentarse de forma exclusiva en la división geográfica del territorio; antes bien, lo más relevante significa poner en práctica un extenso número de actividades por parte de los policías, bajo una clara y definida misión, visión e ideario a lo largo de la cadena de mando en su totalidad, para dotar de validez al referido plan y su proceso.

Ciertamente, en primer término, hay que proceder a la división de la ciudad en unidades territoriales, denominadas cuadrantes, con absoluta obediencia a criterios como: concentración demográfica, características económicas, de infraestructura y uso de suelo, considerando espacios fabriles, comerciales, habitacionales y recreativos. Muy en especial, se toma en cuenta la existencia, volumen y trascendencia de instalaciones como son hospitales, escuelas, templos, bares y restaurantes, oficinas, rutas de transporte público, etcétera; y el Atlas de Riesgo, componente de alta importancia, que contempla: índices de criminalidad, bandas delictivas, ‘piqueras’, giros negros, zonas de prostitución, entre otras expresiones de índole similar.

Todos los cuadrantes estaban numerados, georreferenciados y contaban con una nomenclatura única que indicaba su adscripción a una zona, región y sector determinados; así, su identificación y ubicación exacta, facilitaban la gestión expedita y la respuesta inmediata hacia los ciudadanos y, por tanto, a la autoridad.

Para facilitar la organización y operación, los cuadrantes estaban integrados a un sector. En cada uno de ellos, era condición indispensable la distribución de los policías en diferentes turnos sin que hubiera posibilidad de que se abandonara el ámbito bajo su responsabilidad; de modo tal que ningún elemento podía cambiar de una asignación a otra, toda vez que su comisión era permanente y su nombre vinculado a un seguimiento preciso. Solamente, bajo orden superior y con documento aval de por medio, se podría efectuar una transferencia de personal de un cuadrante a otro. Así se cumplía con dos requisitos clave: conocimiento profundo del área con sus circunstancias por parte de los oficiales y, reconocimiento apropiado hacia ellos otorgado por la ciudadanía.

Al igual que los policías, las patrullas, armamento y cualquier otro equipamiento se consideraban “casi” propiedad del cuadrante, no debiendo salir de dicha unidad territorial salvo emergencia, informando y retornando al cabo de la contingencia. En cuanto a la comunicación, se contaba con teléfonos móviles, cuyos números habrían sido debidamente distribuidos y dados a conocer a la población bajo su responsabilidad.

Los policías previa instrucción y consigna debían conocer su cuadrante hasta el mínimo detalle para establecer diversas actividades y programas de acción, entre otros, para la prevención, la erradicación de áreas de conflicto y riesgo, y sin duda, el acercamiento y comunicación permanente con las personas, y así, conocer de criterios, solicitudes especiales y sugerencias o denuncias.

Para lograr lo anterior, todos los elementos estaban obligados a realizar visitas periódicas a la ciudadanía, a fin de darse a conocer e informar de su organización, funciones y crear ese ambiente de confianza por tanto tiempo anhelado. Se logró.

La supervisión de todo lo anterior, con la evaluación correspondiente y el seguimiento constante, era responsabilidad del titular del cuadrante, quien resumía la operación de los tres turnos y transmitía la información derivada a través de la cadena de mando, que iba desde la calle propiamente dicha, hasta la oficina del secretario de Seguridad Pública. En consecuencia, se podía conocer con oportunidad y efectividad lo relacionado con los problemas delictivos, las soluciones implementadas y el grado de satisfacción y la percepción social alcanzados.

Como se ha expresado aquí, el Programa de Cuadrantes no insistió sólo en la simple división geográfica, está no serviría de nada. Es menester integrar acciones y resultados a través de principios bien establecidos, sólida capacitación y la mejor actitud de trato social. Este servicio y su continuidad produjo en la Ciudad de México tan buenos dividendos que fue aplaudido por la comunidad, calificando al entonces Distrito Federal como la metrópoli más segura de nuestro país.

Así, retornó la gente de otras localidades; el turismo nacional e internacional regresaron a esta capital. La Ciudad de México fue nuevamente la urbe más visitada, al ser percibida como la más segura de esta nación. ¡Demostramos que sí se puede!

Excomisionado Nacional de Seguridad y
excomisionado Nacional Contra las Adicciones.

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