El sociólogo colombiano Leonel Narváez, que promueve la cultura política del perdón y la reconciliación, nos dice que 2 son las virtudes políticas por excelencia: la primera es la capacidad de comprometernos con nosotros mismos y con los demás; la segunda, es la facultad de perdonar y ser perdonados.
El perdón es una virtud política porque lo político es nuestro mundo común que se caracteriza por una pluralidad donde el conflicto es inevitable, señala Narváez. La disposición de perdonar y ser perdonados y la de hacer promesas y cumplirlas son actos políticos que ilustran una voluntad de vivir en sociedad, dialogando y respetando a los demás.
La clase política mexicana permanece inmersa en la barbarie de la violencia, la prepotencia y la venganza, y está impregnada de un infantilismo que evade toda responsabilidad y compromiso por lo que cuando accede al poder “su niño” se convierte en “junior” destacando su prepotencia. A su vez, muchos políticos anidan un gran resentimiento social que provoca que al llegar al poder su victimismo los convierte en victimarios, perpetuando una espiral de violencia producto del abuso del poder.
También sostiene Narváez que puede existir perdón sin reconciliación, pero nunca podrá existir reconciliación sin perdón. Hoy la oposición pretende reconciliarse con la sociedad agraviada por quienes tuvieron el poder y abusaron de ellos. Esta reconciliación no será posible si no le piden perdón al pueblo por sus faltas, abusos y por haberse olvidado de las necesidades de la gente.
El PRI debe pedir perdón a los mexicanos por todos los fraudes electorales y la espeluznante corrupción que perpetraron. Debe disculparse por haber sido cómplices de los sexenios de Echeverría, López Portillo, Salinas de Gortari y Peña Nieto. ¡Debe el PRI pedir indulgencia a los mexicanos por la narcopolítica que fomentaron y los asesinatos políticos que cometieron! Existe mucho agravio acumulado como para olvidarlo.
También debe el PRI pedir perdón por su comportamiento egoísta como oposición cuando gobernó el PAN, y los priistas controlaban el Poder Legislativo, ya que retrasaron la transición política, económica y social anteponiendo sus intereses de partido a los intereses de la nación, haciendo que México perdiera el recurso más preciado, el tiempo.
Por otro lado, el PAN debe disculparse con los mexicanos por haber sido pusilánime y no haber emprendido una cruzada contra la corrupción durante los 12 años que fueron gobierno.
Debe pedir perdón el PAN por los excesos de los hijos de Martha, por la elección del 2006, por haber permitido los grandes abusos y la narcopolítica de los gobernadores priistas durante los sexenios de Fox y Calderón, por los abusos de poder de Felipe Calderón en el PAN, y por mimetizarse con el PRI.
Debe el PAN hacer un mea culpa pública por la ligereza con la que se emprendió la guerra contra el narco en el sexenio de Calderón, por la corrupción y narcopolítica de García Luna, por la tolerancia a la infiltración del narco en el Ejército.
El PAN debería solicitar que la sociedad lo perdone, si realmente busca reconciliarse con el pueblo, por la corrupción y abusos de muchos de sus gobernadores como Padrés, Reynoso Femat, Malova, Kiko Vega, etc., por mencionar algunos.
Finalmente, el PRD debe disculparse con los mexicanos por haber traicionado la lucha social y haberse convertido en burgueses. Desmond Tutu, el premio Nobel de la paz 1984 sentenció, “sin perdón no hay futuro”.