El pasado martes 20 de septiembre fui recibido en las instalaciones del CEN del PAN en la CDMX para ofrecer una conferencia titulada “México hoy, el cambio urgente”. El PAN que lidera mi amigo Marko Cortés me dio la bienvenida con una emotiva recepción de los asistentes, entre los cuales había legisladores y dirigentes, así como militantes y simpatizantes de estados aledaños.
Agradecí a Marko la invitación porque, aun no siendo yo militante ni tampoco aspirante a algún puesto de elección popular, consideró que tengo algo que aportar a la reflexión para mejorar el país y el PAN en las circunstancias actuales.
Buscando contestar las preguntas ¿qué nos pasó?, ¿que hicimos mal? y ¿cuál es el aprendizaje?, les dije que desgraciadamente México sigue viendo una transición que se caracteriza por transitar de un estado actual a uno futuro donde el futuro no está definido, sino que se va definiendo sobre la marcha.
Así la transición obliga a la participación ciudadana en dos niveles; uno, en la definición de futuro deseado, y el segundo, en la construcción de ese futuro.
En las transiciones, el pasado no termina de morir y el futuro no termina de nacer. Es por ello que en cualquier proceso que involucra una ampliación de las libertades, la sociedad debe empujar el proceso de cambio bajo la premisa de que “el gobierno solo actúa bajo presión”.
Desafortunadamente la transición mexicana se prolongó demasiado y con la llegada del PAN al poder se estancó. En el año 2000 con Fox, se pensó que el cambio vendría desde el poder y se dejó de presionar.
Es increíble que en el periodo panista de 12 años no hubiera una cruzada contra la corrupción, cuando el PAN había ofrecido que su lucha era por la democracia y contra la corrupción del viejo régimen priista.
En este periodo la antidemocracia y la corrupción llegaron al PAN, y el populismo se consolidó en la clase política. El populismo no es una ideología sino una actitud frente a la responsabilidad. Ya que el populista no quiere ser responsable, solo quiere ser popular.
Así dejamos de hacer lo que debíamos hacer, porque cuando haces lo que tienes que hacer muy probablemente no vas a ser popular, de ahí la importancia de tener gobernantes responsables. El político populista quiere tener una alta popularidad, aunque su gobierno sea un desastre.
Los órganos encargados de la vigilancia en una sociedad democrática son 3, los poderes legislativos, los medios de comunicación y la sociedad organizada; estos deben ser los contrapesos naturales en toda democracia. Desgraciadamente los 3 están débiles en México, y por eso vivimos retrocesos autoritarios.
El crimen organizado creció exponencialmente en el periodo panista porque se alió con los gobernadores, así fue en Sinaloa con Juan Millán, en Tamaulipas con Tomás Yarrington, en Zacatecas con Monreal y en Nuevo León con Natividad González Parás, entre otros.
El PRI en 2012 regresó con Peña Nieto con un pagaré al cobro, les debíamos 12 años, por lo que llegaron insaciables, llenos de soberbia y se olvidaron de la gente, y tuvimos uno de los sexenios más corruptos de la historia.
Llegamos al 2018 al borde de una revolución social. Los ciudadanos estábamos hartos de tanto abuso del poder, tanta corrupción, tanta soberbia y de tanto desprecio por la gente. Así ganó López Obrador.
Hoy a México le urge más verdad y menos mentiras, más honestidad y menos corrupción, más respeto y menos abuso del poder, más responsabilidad y menos populismo, más generosidad y menos egoísmo. ¿Lo está ofreciendo Morena? ¿Lo ofrece la oposición? ¿Lo está ofreciendo el PAN?