López Obrador supo identificar con claridad el descontento de la mayoría del pueblo mexicano con la corrupción y los privilegios del PRI en el gobierno mientras se olvidaron de la gente.

Igualmente, AMLO se percató que el PAN había dejado de abanderar el cambio al tiempo que se mimetizaba con el PRI y se apartaba de las necesidades populares. El PAN había sido pusilánime para gestionar el cambio político, económico y social que demandaba la demografía y su pretexto fue mantener la gobernabilidad.

La prolongación en el tiempo de la transición por más de 35 años cansó a quienes habían impulsado el despertar ciudadano en los 80 y 90 que generó la alternancia y los hizo perder la esperanza que había avivado la elección del año 2000.

Todo el tiempo que el PAN fue gobierno y que dejó de luchar por un cambio, hizo que permeara la corrupción en dicho partido y la gente se percató de la mimetización que gestaba lo que se ha dado a llamar el PRIAN.

López Obrador ha entendido perfectamente que la política moderna implica una batalla política como cultural, como lo sugiere Agustín Laje en su libro La batalla cultural.

“La batalla cultural configura el marco en el que las disputas políticas tienen lugar: la batalla política es una lucha de representación, la batalla cultural es una lucha de definición de los elementos a representar”, nos afirma Laje.

La batalla política por los votos tiene un principio y un final en sus procesos electorales mientras la batalla cultural es indefinida, es permanente. Y es aquí donde cobra relevancia la mañanera de AMLO y donde el PRI y el PAN perdieron su rumbo.

El PRI dejó de ser el partido de la revolución y de las mayorías, mientras el PAN se olvidó de la máxima del fundador Manuel Gómez Morín cuando señalaba que la lucha era "brega de eternidad” es decir una batalla cultural que a todas luces les lleva la delantera López Obrador y su 4T.

López Obrador ha entendido, estemos de acuerdo con su discurso o no, que la opinión pública es una de las armas de combate más importante de toda la batalla cultural, al extremo que ha logrado casi monopolizar el debate público por su presencia diaria, pero también por la ausencia de la oposición.

El líder de la 4T ha sabido vincularse emocionalmente con la mayoría del pueblo, mientras la oposición le responde con un discurso racional que, aunque sea verdad, no logra conectar emocionalmente con las mayorías.

López ha abusado de recursos retóricos como el populismo, la demagogia, la manipulación, y la mentira, pero ha conectado emocionalmente con las mayorías a través de fomentar la polarización y la lucha de clases y “el sentimiento de victima” que arrastra de manera histórica una mayoría del pueblo mexicano.

Conocedor del “sentimiento de victima” del mexicano, López Obrador irresponsablemente le dice que es víctima de los españoles, de los gringos, de la inversión extranjera, de los ricos, y de los empresarios “que lo ha explotado”

La realidad es que nunca nadie, ni como individuo o sociedad, ha podido superarse y salir adelante a través de victimizarse. El único camino para la superación de los individuos o sus comunidades es responsabilizándose de su propio destino y actuando en consecuencia. Por eso Maquio, mi padre, nos decía “el ser humano se realiza en la acción a través del compromiso”.

Pero a AMLO no le importa que el pueblo mexicano se supere, solo pretende controlarlo y manipularlo para que él y su grupo se mantengan en el poder.

Empresario e ingeniero industrial

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