Es lamentable ver al presidente López Obrador y a algunos funcionarios de gobierno, legisladores o dirigentes de Morena satanizar permanentemente al empresario. No sé si lo hacen por carga ideológica, por complejos personales o interés de polarizar la lucha de clases.
La realidad es que constantemente escuchamos una opinión, una iniciativa legislativa, una descalificación que busca denigrar la figura empresarial dejando la idea de corrupto, explotador, egoísta o privilegiado, todo esto visto desde una “visión populista” sin conocer la perspectiva empresarial. Se juzga el ser empresario y se menosprecia la odisea de serlo.
Iván Lansberg en Los sucesores en la empresa familiar nos dice que: “para construir una empresa de éxito hace falta una dosis enorme de energía, talento, trabajo duro… y buena suerte. En realidad, los estudios sugieren que la mayoría de los emprendimientos fracasan en los primeros 5 años. Los fundadores enfrentan formidables odiseas y deben tener una implacable determinación. No debería sorprendernos, entonces que a los que triunfan tras años de esfuerzo, sus familias y comunidades los consideren verdaderos héroes”.
George Gilder, en su libro El espíritu de la libre empresa, va más allá señalando: “El cambio social no es cosa simple; exige un gran tren de ajustes económicos, de adaptaciones educativas, de innovaciones tecnológicas y de reacomodos empresariales… los empresarios, por ser los ingenieros de cambio, son indispensables para la puesta en vigor de un cambio en valores. Sin embargo, no todas las sociedades producen empresarios, por consiguiente, no todas las sociedades pueden lograr crecimientos y cambios saludables y rápidos”.
Las sociedades sanas siempre están en deuda de gratitud con sus empresarios; son los que crean la economía real sobre la cual se apoyan los políticos.
“El empresario, nos dice Gilder, no es un simple dependiente del capital, del trabajo y de la tierra; define y crea al capital, da valor a la tierra y ofrece su trabajo a la vez que imprime sentido al trabajo de los demás; los empresarios no son necesarios para introducir cambios de poca monta para esto bastaría cualquier político”.
En la 4T buscan revitalizar el pasado en nombre del progreso sin darse cuenta que están agotando las reservas probadas del espíritu de empresa de nuestro país, reservas que son indispensables para superar las verdaderas crisis.
Los políticos y funcionarios de la 4T se comportan con las empresas igual que los médicos de la edad media, creen que sangrar al paciente es un medio de devolverle su salud.
Invito a los izquierdistas trasnochados a que conozcan “el milagro cubano”, no el de la isla, ya que no existe, sino el de Miami.
En los 60, se vio la migración de cubanos a Miami como un problema, sin embargo, estos demostraron ser todo menos un problema. Porque los salvadores fueron ellos mismos, no por medio de dádivas del gobierno, sino por sus propios emprendimientos productivos.
Lester Freeman, director de la Cámara de Comercio entonces dijo: “lo mejor que ha ocurrido a Miami es que Fidel Castro haya leído a Karl Marx, porque asi Fidel se convirtió en el mayor benefactor de la economía norteamericana”.
El error de la izquierda es que ve a las personas como bocas, no como mentes; como consumidores, no como productores; como demandantes de trabajo, no como creadores de empleos.
Castro creyó que expropiando las empresas se hacía del capital más importante de la isla, sin entender que en realidad lo transfería a los Estados Unidos.
Ingeniero industrial y empresario