He sostenido la tesis de que el voto sirve para premiar o castigar, de tal forma que si tú estás contento con el partido en el poder lo premias ratificándolo y si no estás conforme con su gestión en el gobierno, lo castigas votándole en contra.

El resultado del pasado 2 de junio es abrumadoramente a favor de Morena, Claudia gana 2 a 1 a Xóchitl y podrían acercarse a la mayoría calificada en el Congreso (falta que se cuenten los votos y se resuelvan las impugnaciones).

Lo anterior es una clara aprobación al gobierno de López Obrador y su 4T; a Claudia, al igual que López en 2018, se le da todo el poder a pesar de las mentiras, de las corruptelas, del abuso del poder y de la ineficiencia de la “transformación”.

Este poder mayoritario permite a López al final de su gobierno, o a Claudia al comienzo del suyo como primera Presidenta de México, hacer cambios constitucionales para desmantelar instituciones o controlarlas y generar una mayor concentración del poder en el Ejecutivo, atentando contra el principio de la división de poderes y de la necesidad de contrapesos en toda sociedad democrática.

Hoy la Dra. Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de ser una gran Presidenta porque tiene la legitimidad y el poder, pero no deberá caer en la tentación de su antecesor, la soberbia que la haga creer que ella tiene el monopolio de la verdad y la brújula de la historia. López canceló el diálogo como herramienta fundamental de la política y no escuchó absolutamente a nadie creyendo que lo sabía todo y de todo.

Aun cuando la 4T fue capaz de construir una narrativa que la gente le creyó, los resultados de gobierno fueron desastrosos, lo que deja grandes retos a su sucesora en muchos renglones de la vida nacional, tales como la seguridad, las finanzas públicas, Pemex, la inversión productiva y el empleo formal, aprovechar la oportunidad del “nearshoring”, la urgente necesidad de mejorar los servicios de salud y educación que abandonó López, el campo y los productores de grano que fueron engañados por la 4T, y por supuesto el combate a la corrupción que no se hizo con López, sino que al contrario se solapó.

Claudia no deberá ser como el pusilánime de Miguel de la Madrid que se conformó con que no se le deshiciera el país en las manos. Tampoco deberá ser una irresponsable como lo fue López Obrador con los problemas reales, ni un demagogo que se dedique a mentir para manipular con éxito lo electoral; la doctora ya no tendrá margen de maniobra, especialmente en lo económico y la inseguridad.

Sheinbaum debe trazar una estrategia para recuperar ciertas regiones del país que hoy están tomadas por el crimen organizado. Igualmente debe reducir el déficit fiscal a rangos responsables porque el actual déficit del 5% del PIB es insostenible.

Pemex es todo un caso ya que antes aportaba al erario y hoy quita. Debe implementar un proyecto de capitalización y rediseñar el plan de negocios buscando eficiencia y rentabilidad.

El agua y la luz, así como la seguridad en carreteras, son limitantes para la inversión productiva. La corrupción es una cosa asquerosa, igual o peor que la época de Peña Nieto, y también inhibe la inversión.

En fin, muchas cosas que atender, problemas que se abandonaron por abrir la boca para crear una narrativa populista, pero se taparon las orejas dejando de escuchar a los que saben de los problemas reales del país. El reto será escuchar más y hablar menos, dar más soluciones y menos pretextos.

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