El PRI, en sus más de 70 años de gobierno, creó una cultura política que se fincaba en 3 pilares: la política sucia, el patrimonialismo y el abuso del poder incluido el fraude electoral.
El partido “de la revolución” infundió la idea en los mexicanos que, para acceder al poder, asi como para ejercerlo, “todo se vale”.
Esta práctica desarrolló en la sociedad la creencia de que “la política es sucia” y que por tanto la gente de bien no debía meterse a la política. Así, el mexicano común se alejó de la participación política permitiendo que los políticos hicieran y deshicieran a su antojo en los asuntos públicos.
El patrimonialismo en el ejercicio del poder es una de las costumbres más arraigadas en el priismo y en los gobernantes, especialmente de quienes se hacían llamar “los herederos de la revolución”, y consiste en creer que el poder se puede usar como si fueras dueño, sin entender que los gobernantes son empleados y deben rendir cuentas de su gestión.
Esta idea de sentirse dueño en el ejercicio del poder ha generado en los gobiernos una espeluznante corrupción, ya que,” si yo soy dueño, yo dispongo a mi antojo de los fondos públicos incluso para mi beneficio personal, y como dueño no estoy obligado a rendirle cuentas a nadie”.
“El enriquecerme o beneficiarme del poder y de los fondos públicos es una prerrogativa inherente al ejercicio del gobierno”, es la creencia que echó raíces en la clase política mexicana al extremo que casi todo el que llega al poder lo cree y así lo ejerce provocando el abuso de autoridad para obtener ventajas privadas. Incluso, el priista Carlos Hank González dijo “que un político pobre es un pobre político.”
La corrupción ha llegado a tal grado en los gobiernos de todos los partidos que prácticamente las funciones públicas se han convertido en el mejor negocio privado; y el gobierno hasta hoy ha sido una fábrica de nuevos ricos sexenales.
Finalmente, si “yo soy dueño” del poder tengo derecho a abusar del mismo ante el ciudadano común, abusar de todo aquel que me exija, me critique, o no esté de acuerdo con mis ideas y mis acciones. “yo soy el poderoso” dicen los gobernantes enfermos de poder, al tiempo que se preguntan ¿y este quién se cree para cuestionarme? ¿que no sabe que yo lo puedo chingar? Entiéndase, yo lo puedo amenazar, reprimir o incluso matar.
Todas estas creencias han degradado los asuntos públicos en nuestro país y deben combatirse una por una. La idea de una política sucia se combate con la participación ciudadana y una sociedad exigente. El patrimonialismo o creerse dueño se combate con rendición de cuentas para dejarles claro a los gobernantes que son empleados.
Y finalmente el abuso del poder se combate con un Estado de derecho que ponga límites al poder, asi como una verdadera división de poderes que genere contrapesos. El absolutismo del poder y la discrecionalidad siempre generan abuso del poder.
El PRI fue de manera histórica una escuela del fraude electoral, la corrupción y el abuso del poder. Hoy el alumno, Morena, ha superado al maestro. Sin embargo, el PRI se desgastó por tantos años de abuso del poder, mientras que Morena todavía la mayoría de la gente le sigue dando el beneficio de la duda, aunque ya empezó su desgaste. Esperemos no dure 70 años.