Hace poco más de 30 años (1987) tomé la encomienda de salvar y reestructurar el grupo empresarial que había formado mi padre. Las empresas de Maquio pasaban momentos muy difíciles derivado de 3 circunstancias: las crisis económicas de 1982 y 1987 habían golpeado financieramente las empresas industriales del grupo; a su vez estas padecieron la represión y el abuso del poder del viejo régimen autoritario priista que vivíamos entonces; y finalmente resentían la ausencia de Maquio quien había tomado la decisión de participar activamente en política de 1984 hasta su muerte en 1989.
Emprendí la restructuración con dos criterios: “a veces hay que podar el árbol para salvar el tronco” y “tus mejores recursos a tus mejores oportunidades” Ambos criterios llevan implícito una de las decisiones más difíciles del empresario, las decisiones de abandono; que además son indispensables en los momentos de crisis.
A la par con soltar lastres, comenzamos a ver el futuro revisando los activos con los que contábamos y que presentaban grandes oportunidades. Dentro del patrimonio familiar había terrenos urbanos.
Asi emprendí una empresa desarrolladora de inmuebles con la idea central de generar valor; generar valor a la tierra, a nuestros clientes y a todos nuestros STAKEHOLDERS, y entonces entendí la diferencia entre desarrollador y constructor.
El desarrollador se distingue por generar valor a través de identificar las oportunidades del mercado, diseñar un proyecto que satisfaga y exceda las expectativas del cliente, tener la capacidad operativa para realizarlo en tiempo y bien, y comercializarlo rápido. La obra siempre la puedes subcontratar.
Sabíamos que una de las definiciones de rentabilidad es margen por rotación, y es ésta la clave del desarrollo inmobiliario, especialmente de la vivienda media que es nuestro negocio central.
Aprendí de mi padre a hacer las cosas con pasión y bien, el valor del recurso humano y la confianza en nuestro equipo de colaboradores. Que la empresa es una comunidad de vida y de trabajo en la que todos debemos crecer personal, profesional y patrimonialmente.
Con este bagaje empecé a conocer el giro inmobiliario leyendo, preguntando y visitando desarrollos. Contraté a un joven ingeniero y junto con 2 jóvenes contadores que eran mi pilar administrativo fundamos esta empresa en agosto 8 de 1990. También en el equipo directivo fundacional estaba un hermano de mi padre que era la persona de confianza de mis padres.
Así iniciamos esta empresa sobre principios y premisas sólidas y con un gran equipo directivo de gente leal, capaz y comprometida con su trabajo, con la familia Clouthier y con ellos mismos.
Empezamos con prudencia a construir confianza con parámetros de administración de riesgos y un enfoque cualitativo y de planeación.
Somos una empresa orgullosamente sinaloense con actividades en Sinaloa y el Bajío que ha sabido sortear tiempos difíciles y aprovechar oportunidades; hemos consolidado nuestro crecimiento y construido confianza. hoy a 30 años de distancia es necesario decirles gracias a todos quienes han confiado en nosotros.
Finalmente, cuando yo era joven, mi padre compró un velero y me invitaba a velear con él en la bahía de Altata. Y un día, con su estilo didáctico que siempre quería dejar una lección de vida, me dijo: “el chiste de la veleada es ir a dónde quieres ir, independientemente de donde venga el viento”.
Hoy en esta empresa que mañana cumple 30 años de fundada sabemos con claridad adonde queremos ir, a pesar de los tormentosos vientos que soplan en nuestro país.
Ingeniero industrial y empresario