El proceso de renovación de la rectoría de la Universidad Nacional continúa incorporando procesos inéditos y, a mi entender, muy positivos.

Un grupo de estudiantes, académicos y trabajadores, “Universitarixs por la Democratización”, llevó a cabo un proceso de consulta a la comunidad el 25 y 26 de octubre en todas las escuelas, facultades y sectores en los que hubo condiciones para hacerlo, pues en varias, este ejercicio legítimo de auscultación amplia y transparente fue imposible del todo, o parcialmente, por actos de intimidación de algunas autoridades que defienden pautas a su parecer inamovibles, o por a la injerencia de grupos violentos, opuestos a la ampliación de los márgenes de participación de las y los integrantes de la UNAM.

En un cartel y las redes, este colectivo invitó a sumarse a la consulta. Con sus propios recursos, y una creatividad y esfuerzo notables, hicieron sencillas pero transparentes urnas e imprimieron las boletas necesarias.

Luego sucedió algo muy significativo: proveniente de las altas esferas de la burocracia institucional, se difundió un breve comunicado: “La UNAM no ha convocado a consulta alguna relacionada con el proceso de sucesión de la Rectoría”. Craso error, pues el grupo promotor respondió, con mucha inteligencia y dignidad: “Ya lo sabemos, por eso la organizamos nosotr@s, estudiantes, académic@s y trabajador@s”, y añadieron en otro comunicado: “Como la UNAM (sic) nunca consulta, nosotr@s sí”. Impecable.

¿Quién es “la UNAM”? Menuda apropiación de los sectores en el poder: la UNAM somos nosotros, los encumbrados, y no los que la integran y la hacen posible con sus actividades cotidianas. ¿Algún parecido a la espantosa frase de “El Estado soy yo”? No, qué va: plena coincidencia en su aristocrática pretensión.

El jueves 26, en la noche, se realizó la contabilidad de los resultados con toda pulcritud y certidumbre. Los resultados arribaban con base en las actas de cada lugar. Poco a poco, se fueron dibujando los resultados: la participación fue superior a las 10 mil personas. Hubo dos preguntas: la primera solicitaba si se estaba de acuerdo en la necesidad de ensanchar los canales de participación actualmente muy estrechos por decir lo menos, y la segunda el parecer en torno a cuál de las 10 personas consideraban mejor para ocupar el puesto.

El 95% respondió afirmativamente a la primera: se requieren cambios de fondo en los procesos y estructuras de gobierno en la UNAM. En la segunda —que contradice la descalificación de la consulta al afirmar que era una auscultación sesgada— las respuestas mostraban la lógica pluralidad, tanto en los resultados totales como en los distintos espacios en que se realizó la consulta.

No por voluntad de las y los organizadores, sino por la confluencia entre la necesidad del cambio y quien ha hecho de este valor la divisa de su proyecto, la mayoría de las preferencias apreció en la persona y programa del Dr. Ordorika la mejor opción. El resto se distribuyó entre las demás posibilidades.

Más allá de los resultados, muy importantes, y sin caer en la tentación de extrapolar esos valores a toda la comunidad, queda claro que un importante grupo de universitari@s, diverso en sus opciones específicas, confluye en que el cambio ordenado, democrático en sus haceres y prácticas, es el rumbo, y no la conservación del estatus quo en que los grupos de poder, para colmo de males, considera que son “La UNAM”. No es así: gracias, colegas, por tan clara lección de dignidad y esperanza.

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