No es ilógico, sino consecuente, trasladar al sector educativo, como se hace en el título de este texto, la frase más constante, y acertada a mi juicio, de la actual administración y quien la preside: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

¿Cómo están las cosas en el campo educativo? Con base en los “Indicadores Nacionales de Mejora Continua de la Educación en México”, que son accesibles en internet a través del Sistema de Información que ha generado la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), podemos aproximarnos, con un ejemplo, a la respuesta.

A nivel nacional, ¿cuántas escuelas tienen en su haber a docentes especializados en educación física (EF), artes (A), idiomas (I) y tecnología (T)? En el ciclo 2020-2021 los resultados son los siguientes. En prescolar solo se registran los tres primeros, y en primaria y secundaria los cuatro indicadores: Prescolar: EF: 37%; A: 25.4; I: 18%. Los datos, de manera sintética, pueden expresarse así: en México, en el nivel prescolar, sólo un poco más de un tercio de los planteles tienen a docentes especializados en educación física, una cuarta parte en artes, y menos de la quinta parte en idiomas. En el mismo orden, en la Ciudad de México, las proporciones son: 64, 46 y 56. Dos tercios en educación física, y cerca o un poco más de la mitad en artes e idiomas. Los valores son, sin duda, muy superiores. ¿Qué ocurre en Chiapas? 34, 33 y 6% respectivamente: 30 puntos menos en EF que la CDMX, 13 menos en A y 50 puntos porcentuales en I por debajo de la capital.

En primaria, los valores nacionales, conservando el orden para facilitar la lectura, son: 58, 13, 22 y 11 (se añade tecnología). La CDMX: 95, 32, 58 y 29 mientras que en Chiapas las proporciones se reducen y no poco: 38, 11, 5 y 6 porciento. La sede de los poderes federales supera, con creces, a la situación nacional promedio, y es radicalmente distinta, como si fuera otro país, a la que se vive en el estado sureño.

Lo mismo ocurre en secundaria: México: 41, 38, 37 y 38%; CDMX: 94, 91, 92 y 88, (en 9 de cada 10 planteles, aproximadamente, se cuenta con personal especializado en esas ramas), mientras que en Chiapas se mantienen los valores en una cuarta parte o menos de las escuelas: 25, 24, 23 y 23 por ciento.

Habrá, sin duda, justificaciones para estas diferencias tan fuertes: es que en la CDMX los planteles son más grandes y están menos dispersos, mientras que, en Chiapas, en general, son más pequeños y distantes en una geografía complicada. Será el sereno, dice el refrán, pero las brechas se conservan.

Una propuesta que se compromete a dar más recursos y oportunidades a los que menos tienen, con el fin de, por el bien del proceso educativo nacional, reducir la desigualdad que se manifiesta en la escasez de personal especializado en las escuelas de uno de los estados más pobres del país, tiene que revisar sus procederes. En otros aspectos vitales para el buen desempeño de la actividad pedagógica, la desigualdad y el maltrato se repiten.

Están en marcha los procesos previos de un cambio profundo —que no se ha debatido de manera adecuada, y tiene, considero, rasgos de discurso hueco— en la estructura curricular, pedagógica y didáctica de la escuela mexicana. ¿Sin tomar en cuenta la desigualdad que prevalece? Mal futuro le espera a tal aventura si no se hace cargo de esta vieja injusticia. Las cifras son áridas en un artículo, sí: remiten a territorios baldíos que durante décadas han sido despreciados. ¿Hasta cuándo?

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
mgil@colmex.mx
@ManuelGilAnton