¡Ya no quiero ir a la escuela! Se acurruca en las cobijas. Anda, levántate ya, es muy bueno aprender; te voy a poner la canción de Cri-Cri: “Caminito de la escuela, apurándose a llegar…” pero María en vez de apuro tiene susto. ¿Qué te pasa? ¡No quiero ir, mamá, no quiero ver a los maestros ni al señor de la bodega! Pero si antes ibas muy contenta… Entrecortada la voz dice: es que me quitan la ropa y me ponen a bailar. Y luego le piden a Rocío que me abrace, o a Rodrigo. Ayer me dieron una zanahoria. Llévame mejor con mi abuela, o con el tío Nacho: ellos me cuidan y me pueden enseñar las letras. Tiene cuatro años y va en segundo de prescolar.

La directora le dice: Señora, mejor no denuncie, va a perjudicar a la niña. Le prometo que le llamo la atención a esos maestros e intendentes, pero no dañe el nombre de la escuela. Además, ¿quién le va a creer a una niña? No se meta en problemas. ¿A poco tiene más dinero que el SNTE que los va a defender, o tiene contactos en la SEP para que le hagan caso? Serénese, la podemos cambiar de escuela si usted quiere.

El abuso sexual en escuelas, públicas y privadas, no es infrecuente, tanto en prescolar como en primaria. Pero esa brutalidad —con que ocurra en una sola escuela es inaceptable, y más si no se procede de inmediato contra ese delito— se agrava cuando es concertado.

En 2021, la Oficina para la Defensoría de los Derechos de la Infancia (ODI) publicó un informe que se titula: “Es un secreto: el abuso sexual en planteles educativos” y lo ha actualizado en 2022 y 2023 (el más reciente se dio a conocer este 31 de mayo). Se encuentran en la red.

En el primero, hallaron en 18 prescolares y primarias, ubicados en 7 entidades del país, el patrón de abuso sexual organizado. Luego pasó a 21 casos en 10 entidades y ahora reportan que la cifra (la conocida, pues el número de casos puede ser mucho mayor) en 25 planteles que se localizan en más entidades.

¿Por qué se le nombra abuso sexual organizado? Se trata de casos de violencia sexual inusual, sobre todo contra niñas y niños de entre 3 y 5 años, que siguen un patrón parecido: participan de manera concertada múltiples personas agresoras; las víctimas que sufren la violencia la padecen en grupo; son agresiones extremas, pues incluyen rituales y escenificaciones violentas; las víctimas reportan que se usan cámaras durante los abusos; hay indicios de sedación, y personal escolar y directivo encubren los hechos y desalientan las denuncias.

Para apreciar su gravedad, incluyo una cita de la más reciente actualización “Las imágenes muestran que bebés, como niños y niñas menores de 6 años, sufren, en mayor medida agresiones sexuales que involucran penetración, interacción con animales o sadismo. Este tipo de abuso se encuentra, en mayor medida, en material videograbado que en imágenes. (Internet Watch Foundation)

¿Tiene algo que decir la SEP? Sí, desde hace años. Hay sentencias que la condenan por ser corresponsable al no asegurar espacios transparentes ni protocolos de atención y denuncia inmediata a las fiscalías, ni dar cuenta clara de las trayectorias laborales de los agresores, pues es poco probable que “coincidan” en determinados planteles. ¿Por qué ese silencio? Afectan a la escuela como institución, al magisterio que en su inmensa mayoría trata con respeto a las niñas y niños, y, sobre todo, lastima, de por vida, a esas personas con tan pocos años y sus familias. ¿Hay alguien ahí, en la SEP, o andan en otras cosas más importantes? Es un callar inaudito.

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