El 8 de marzo es una fecha de suma importancia para el mundo, ya que al hablar del Día Internacional de la Mujer, también se pone al centro del debate público su constante lucha por alcanzar el reconocimiento de un terreno equitativo para el ejercicio de sus derechos sociales, políticos y económicos.

Institucionalizado por la ONU en 1975, este Día encuentra sus orígenes en la marcha de 1908 que congregó en Nueva York cerca de 15 mil mujeres, quienes se manifestaron exigiendo menos horas de trabajo, mejores salarios y el derecho a votar. Logrando sembrar la idea que resonó en múltiples latitudes para cosechar años más tarde el reconocimiento de mayores derechos para las mujeres.

Sin embargo, la lucha no ha parado. En pleno siglo XXI la realidad sigue siendo adversa, pues si bien es cierto que se ha trabajado en mitigar la brecha de desigualdad política y social, así como el acceso a la justicia; también lo es que permanece el alarmante fenómeno en el que las mujeres son infravaloradas, a pesar de contar con mayor preparación o trabajar más, ganan menos y tienen menos oportunidades que los hombres; sin dejar a un lado los altos y deplorables porcentajes de mujeres que sufren cualquier tipo de violencia.

En el caso particular de nuestro país, el panorama vigente es sumamente complejo al sustentar graves problemas como el aumento de la violencia contra la mujer, incluida la forma extrema de ellas, el feminicidio; así como el acoso sexual y laboral; salarios más bajos; discriminación; falta de apoyo por maternidad; entre otros.

Por ello, este 8 y 9 de marzo las mujeres alzaron con claridad, unidad y firmeza la voz para estremecer a la sociedad mexicana y exigir los cambios urgentes que reviertan la vulnerabilidad a la que están expuestas y las desigualdades sociales que restringen los verdaderos alcances que conllevan sus aportaciones. Incluso, el lunes pasado, al lema de “El 9 ninguna se mueve”, un importante número de mujeres demostró que sin su presencia, el país reflejaría un estatismo inconcebible y pernicioso.

Estos duros mensajes, no sólo deben ser escuchados con sensibilidad, responsabilidad y prudencia, sino también requieren de la debida atención del Estado, donde no se subestime ni desdeñe sus causas.

Lo que se requiere es que las respuestas estén encaminadas a la suma de esfuerzos de todos, donde al tiempo de impulsar una cultura de respeto y empoderamiento a las mujeres, se trabaje en diversos frentes para crear, actualizar y fortalecer el andamiaje jurídico que combata con precisión los problemas que afectan a las mexicanas.

Un ejemplo de ello, es que en el Senado de la República, mis compañeros senadores Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Edith Anaya Mota presentaron desde el 2018 iniciativas para homologar el tipo penal de feminicidio y así facilitar su imputación, sin obtener el respaldo requerido.

De forma paralela, este 2020 se conmemora el 25º aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, tratándose de la hoja de ruta más progresista para el empoderamiento de las mujeres; representando una impostergable oportunidad para revisar y adoptar las medidas que estimulen la transformación de las estrategias que México necesita para dar un nuevo impulso al respeto y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres.

El siglo XXI debe ser el de la igualdad de la mujer; nuestra tarea es contribuir a lograr esta meta. Por ello, que hoy más que nunca, resulta imprescindible reconocer el Día de la Mujer como un día de lucha; una lucha en la que nos corresponde a toda la sociedad escuchar, reflexionar y trabajar en favor de la igualdad y el respeto a los derechos de las mujeres.

Senador de la República. @manuelanorve

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