El trabajo infantil, es un fenómeno complejo, entendido como aquella condición laboral que priva a la niñez de su potencial y su dignidad, siendo perjudicial para su desarrollo físico y psicológico.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo y la normatividad mexicana, los menores de 15 años no deben trabajar, mientras que los de 16 a 18 años sólo pueden hacerlo en periodos máximos de seis horas por día en condiciones que no pongan en riesgo su salud física, mental y emocional.

Justamente, un 17 de junio, pero de 2014, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos por la que se modificó el artículo 123 a efecto de prohibir la utilización del trabajo de los menores de quince años y la fijación de la jornada máxima poa los del bloque de 16 a 18 años.

Desafortunadamente en el México del siglo XXI aún prevalece una adversa realidad basada en el sinnúmero de testimonios de menores de edad que trabajan en condiciones deplorables, que no solo van en contra de garantizar el principio del interés superior de la niñez, sino también, conllevan vulneraciones a diversos derechos fundamentales, como la educación, la salud, la vivienda, el descanso y esparcimiento.

El dato es duro, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México, en nuestro país hay 3.2 millones de menores de 5 a 17 años que deben laborar para sobrevivir, desempeñando su labor en la absoluta informalidad e incluso muchos de ellos en actividades ilícitas.

Este panorama se complica debido a que al menos 2 de cada 10 niñas y niños tienen problemas para conseguir lo necesario para su alimentación, siendo una problemática social de profundidad, pues el mayor número de los menores que salen a trabajar lo hacen porque sus familias viven en la pobreza.

El factor que hace delicada esta situación no radica por sí mismo en el hecho de que los menores trabajen, sino en la serie de obstáculos que se desencadenan por hacerlo, en condiciones carentes por completo de seguridad social.

Cuando un niño o niña trabaja por necesidad, en horarios y condiciones desfavorables su rendimiento escolar disminuye, o aumenta el ausentismo, lo cual nos lleva a otro flagelo social, como lo es el abandono escolar.

Además, existen formas realmente alarmantes e ilícitas de trabajo infantil, como aquellas prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y trata de niños, el trabajo forzoso u obligatorio, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, entre otros. De hecho, según la Unicef, cada año más de un millón de niños, particularmente niñas, se ven involucrados en la industria del sexo a través de la prostitución, la pornografía o alguna otra figura delictiva.

La magnitud del trabajo infantil es amplia y multidimensional. Los retos que se presentan son apremiantes, requiriendo del máximo esfuerzo de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, comprometidas a trabajar en hacer una realidad el mandato Constitucional, así como poner en marcha un plan de acción para la prevención del trabajo infantil, así como fortalecer los mecanismos de inspección al trabajo para asegurar que niñas y niños no sean explotados.


@manuelanorve
*Senador de la República

Google News

TEMAS RELACIONADOS