La cuestión migratoria ha sido un tema central en la relación entre México y los Estados Unidos de América a lo largo de la historia. En un contexto actual donde la movilidad de personas es una realidad constante, es imperativo que ambos países aborden este desafío de manera conjunta, priorizando el respeto a los derechos humanos y defendiendo la soberanía nacional, no con tibiezas ni falsas promesas.
La geografía y la larga frontera que comparten México y Estados Unidos hacen que la migración sea un fenómeno ineludible y complejo para ambas naciones. La coordinación efectiva entre ambos países no solo es deseable, sino también necesaria para abordar las preocupaciones legítimas sobre la seguridad y la integridad de las fronteras, al tiempo que se respetan los derechos fundamentales de quienes buscan una vida mejor.
Sobre estos temas recientemente se reunieron funcionarios del gobierno de los Estados Unidos de América y de México para tratar la crisis migratoria; sin embargo, una vez más la respuesta del gobierno mexicano no fue la mas contundente, pues no privilegió un trato de respeto y acuerdos firmes.
Justo es señalar que el respeto a los derechos humanos debe ser el pilar central de cualquier estrategia de gestión migratoria. México y Estados Unidos tienen la responsabilidad compartida de garantizar que quienes cruzan las fronteras en busca de oportunidades no sean objeto de violaciones a sus derechos fundamentales. Esto implica un compromiso firme con la dignidad de las personas, asegurando condiciones de trato justo y humano durante todo el proceso migratorio.
La coordinación efectiva no significa, en ningún caso, ceder la soberanía nacional. México tiene el derecho y la responsabilidad de gestionar sus fronteras de acuerdo con sus leyes y valores, lo cual debe dejarse claro de forma contundente ante cualquier embestida. De tal forma que la colaboración con Estados Unidos debe basarse en un diálogo respetuoso que reconozca la autonomía de cada nación para tomar decisiones fundamentadas en sus circunstancias internas y en el respeto a los derechos humanos.
Ambos países comparten intereses comunes que van más allá de la gestión migratoria, incluyendo la seguridad regional, la prosperidad económica y la cooperación en áreas como el combate al crimen organizado y el cambio climático. La migración puede ser una oportunidad para fortalecer la relación bilateral, siempre y cuando se aborde con una visión integral que incluya no solo medidas de seguridad, sino también políticas que aborden las causas subyacentes de la migración.
La coordinación México-Estados Unidos no debe limitarse a medidas represivas o a la construcción de barreras físicas, sino que debe contemplar soluciones de largo plazo que beneficien a ambas naciones. Inversiones en desarrollo económico, programas de cooperación y esfuerzos conjuntos para abordar la pobreza y la inseguridad en las regiones de origen son aspectos clave para abordar las causas estructurales de la migración.
Sin duda alguna, la coordinación efectiva entre México y Estados Unidos en la gestión migratoria es esencial para enfrentar los desafíos actuales. Esta colaboración debe basarse en un enfoque humanitario, respetando los derechos fundamentales de los migrantes, y a la vez, defender la soberanía nacional de ambas naciones.