La entrega de la Medalla de Honor “Belisario Domínguez” del Senado de la República cumple una doble función, pues no sólo se trata de la máxima presea que el Estado mexicano otorga en reconocimiento a la labor de mujeres y hombres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o virtud en grado eminente, ya sea como servidores de nuestra patria o de la humanidad, sino que también nos permite recordar la vida y obra de ilustres personajes que defendieron sus valores e ideales en momentos clave para la República.
No hay que perder de vista que el senador Belisario Domínguez, oriundo de Comitán, Chiapas, fue un distinguido mexicano que vivió y enfrentó algunos de los episodios de mayor adversidad en la historia patria a principios del siglo XX, es decir, en la etapa del atroz derrocamiento de Francisco I. Madero que conllevó el advenimiento del régimen de Victoriano Huerta.
De hecho, ante el perenne quebrantamiento del estado de Derecho y la férrea vulneración y manipulación de las instituciones ejercidas por el deplorable gobierno de Huerta, desde su escaño Belisario Domínguez se convirtió en la voz más activa y crítica del régimen; sin embargo, dichos posicionamientos cobrarían su vida el 7 de octubre de 1913.
A casi 110 años de su asesinato, el legado de Belisario Domínguez se mantiene presente de forma genuina con la distinción que anualmente se entrega al amparo de su nombre.
Lamentablemente, la entrega de la presea en su edición 2022 quedó marcada por la irrupción de una legisladora del bloque oficialista que promovió expresiones que se encontraban absolutamente fuera de lugar y que no respetaron el protocolo de la sesión solemne ni a la distinguida galardonada, la escritora, activista y periodista Elena Poniatowska, a quien le extendemos nuestra absoluta solidaridad, reconocimiento, admiración y respeto.
De forma inentendible, una senadora aprovechó la tribuna para promover un mensaje totalmente opuesto a lo que Belisario Domínguez defendió hace más de un siglo, al denostar y atacar un elemento clave de la división de poderes como lo es la labor independiente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, olvidando por completo que una de nuestras principales responsabilidades como legisladores es el respeto al régimen republicano y, con ello, al estado constitucional de derecho. Razón por la cual en la bancada del PRI en el Senado decidimos retirarnos de la sesión solemne en muestra de respeto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en cuya representación se encontraba el ministro Alberto Pérez Dayán.
Ese tipo de actitudes en nada ayudan a la vida democrática del país ni es muestra de fuerza, sino de miedo, desesperación y prepotencia. Y peor aún, el bloque oficialista demuestra que es incapaz de respetar los acuerdos y comportarse a la altura de las circunstancias.
Hoy más que nunca la vida pública nacional demanda el máximo compromiso, respeto y apego a la ley por parte de los entes gubernamentales.
El grupo parlamentario del PRI en el Senado reitera su respeto, reconocimiento y obediencia a las determinaciones que asume el pleno y las salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y exige que nadie se atreva a poner en duda su labor y servicio a la Patria.