La pobreza es el flagelo que cada día afecta a más mexicanos y que no solo impide su desarrollo y bienestar, sino que al tratarse de un reto multidimensional impacta en su calidad y tiempo de vida.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2020 alrededor de 43.9% de la población mexicana se encontraba en situación de pobreza, lo cual equivale a 53.2 millones de personas, al tiempo que 7.4% vivía en situación de pobreza extrema, es decir, más de 9 millones de mexicanos padecen diariamente para satisfacer sus necesidades más básicas.

Esta realidad es especialmente preocupante si la comparamos con los años previos, pues es un hecho innegable que en el actual sexenio la pobreza se ha incrementado, al tiempo que el poder adquisitivo ha disminuido drásticamente derivado de la subida de precios, especialmente de alimentos, servicios y energía.

Otro factor que ha contribuido al empobrecimiento de la sociedad es el deterioro acelerado del servicio público de salud, debido a que los hogares han tenido que gastar en atención médica privada, así como en medicamentos y equipo para salvar la vida de sus familiares.

Es decir, además de que la sociedad paga sus impuestos y financia al gobierno del Estado, ante la omisión de éste para brindarle servicios públicos de calidad y oportunos, debe volver a gastar para satisfacer sus necesidades más básicas.

La inseguridad es otro gran problema que cada día golpea más severamente a la población. Ya sea en el transporte público, en las carreteras o en el hogar, la sociedad no vive con tranquilidad y permanentemente ve amenazado su poco patrimonio en manos de grupos delincuenciales que han diversificado las formas de hacerse de lo ajeno sin ningún miramiento ni consideración.

Es claro que el gobierno en turno no ha cumplido con sus promesas ni está dispuesto a hacerlo. La falta de capacidad, sensibilidad y responsabilidad es clara. Se escuda en transferencias directas de recursos, mientras cancela servicios públicos de gran importancia y deja en el desamparo a los sectores más vulnerables.

Esta realidad empeora aún más con un gobierno que violenta el cumplimiento de la ley y condiciona caprichosamente la inversión privada que genera empleos y crecimiento económico.

Las condiciones internacionales están dadas para que México sea una potencia económica, pero la realidad interna nos lastra a un pasado de crisis, pobreza y sufrimiento.

Si queremos realmente acabar con la pobreza, debemos dejar atrás los gobiernos personalistas, autoritarios, abusivos y corruptos para dar lugar a mujeres y hombres con verdadera vocación de servicio, capacidad y una gran salud mental. ¡Hagámoslo!

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