Hace poco más de una década, las y los mexicanos celebramos con gran entusiasmo el bicentenario del inicio de la Independencia Nacional; para ello, se crearon comisiones, exposiciones, programas televisivos y radiofónicos, entre otros actos. Todo ello con el firme objetivo de enaltecer y hacer recordar a las y los mexicanos la importancia de vivir en un país libre e independiente; atributos que fueron impulsados por personajes como Ignacio Allende, José María Morelos y Pavón, Miguel Hidalgo y Costilla, Francisco Xavier Mina, Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, que a través de las gestas heroicas iniciadas en 1810 dieron patria y sentido de identidad a nuestro pueblo.

Sobre el particular, es importante señalar que no sólo debe tenerse presente en la memoria de las y los mexicanos la fecha del inicio de dicho acontecimiento histórico, sino también la de su conclusión. Y para ello, el calendario cívico de este año nos introduce a la laudable conmemoración del Bicentenario de la Consumación de la Independencia Nacional.

Sobre el particular, es menester precisar que en febrero de 1821, con sede en Acatempan, Guerrero, se reunió Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero para acordar las bases del denominado Plan de Iguala, en el que se estableció la Declaración de la Independencia bajo la tutela de la Monarquía Española; formándose a la vez el Ejército Trigarante.

En esta tesitura, fue un 27 de septiembre de 1821 cuando el Ejército Trigarante entró triunfante a la Ciudad de México, marcando simbólicamente el fin de la lucha independentista, hecho que se consolidó al siguiente día, con la firma del Acto de Independencia, documento que se erigió como la piedra constitutiva para nuestra nación, misma que declaró a México como una nación soberana e independiente.

No cabe la menor duda de que ardua y compleja fue la lucha que se fraguó en el territorio de la que fuera la Nueva España durante la primera y segunda década del Siglo XIX, pero que a pesar de todos los sacrificios, años más tarde lograría desprender el yugo bajo el que vivió la población que habitaba nuestro territorio.

Ante esta coyuntura, se presenta una ineludible oportunidad para aprovechar el momento histórico, reflexionar y pensar acerca de las implicaciones de la consumación de la Independencia, particularmente sobre los elementos que pudiéramos rescatar y pensar, incluso, si es posible revitalizar y actualizar algunas ideas en nuestro presente.

Como es sabido, el conocimiento histórico es artífice de un proceso de constante cambio y de aprendizaje, de revitalización y rememoración de acontecimientos que sean útiles para entender el acontecer de una sociedad en su tiempo presente.

Bajo este orden de ideas, los estandartes que se persiguieron hace dos siglos no deben caer en letra muerta ni ser ignorados, pues fueron parte de lo que hoy conocemos como un Estado libre, soberano e independiente, con un gobierno republicano y democrático.

Y si bien es cierto que de forma inmediata el Estado mexicano no se concibió como el México de nuestros días, también lo es el hecho de lo indispensable que se convierte el señalar aquellos estandartes que se adoptaron en la lucha independentista, hechos que no deben pasar por alto, y que las autoridades en sus tres órdenes de gobierno deben enaltecer.

Sin duda alguna, hoy más que nunca las y los mexicanos debemos sentirnos orgullosos por el 200 aniversario de la consumación de la Independencia Nacional, además de la riqueza histórica de la que somos poseedores.

Senador.
@manuelanorve

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