Una de las funciones principales de todo Estado contemporáneo reside en garantizar un escenario de seguridad para la población, que se traduzca en condiciones de bienestar social y permita un escenario de crecimiento económico.
La seguridad, es sin duda alguna uno de los clamores más sentidos de la ciudadanía hoy en día, al tiempo de convertirse en un tema que trasciende no sólo como prioridad en la definición de las políticas públicas, sino también en el debate nacional.
Bajo esta tesitura, diversos proyectos y propuestas se han puesto en marcha desde el aparato gubernamental a efecto de poner un alto al clímax de violencia, en búsqueda de la consolidación de instituciones y mecanismos de seguridad que garanticen la salvaguarda de la integridad y derechos de las personas, así como la preservación de las libertades, el orden y la paz públicos.
Sin embargo, es alarmante que actualmente nos encontremos en medio de un panorama inaudito en materia de violencia, comprendida en todas sus vertientes. Pues este término, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es entendido como la “cualidad de violento”, que a su vez tiene como significado algo que “está fuera de su natural estado, situación o modo”.
Es así como la violencia que prevalece en México se manifiesta al tenor de diversos tipos e intensidades existiendo la violencia física, psicológica o emocional, política, sexual, familiar, económica, de género, laboral, periodística e ideológica, entre otras, cuyos fines son denostar la vida, la integridad y la dignidad de las personas.
Desafortunadamente, en el actual contexto que nos encontramos la política de “abrazos, no balazos” pocos resultados ha generado en las diversas formas de violencia, pues los datos son duros y revelan una coyuntura crítica que requiere de un inmediato golpe de timón.
Recientemente, se dio a conocer por cifras del propio gabinete de seguridad federal, que el mes de mayo fue el más violento en lo que va de 2022, contabilizándose un total de 2,472 homicidios, es decir, en promedio casi 80 muertes por día.
El acumulado en lo que va de la actual administración es lacerante, pues según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los tres años y medio de gestión se rebasó la marca de los 120 mil asesinatos, convirtiéndose en el sexenio más violento de las últimas décadas. Y en el caso de la violencia de género, se observa que el año 2021 fue el que tuvo más feminicidios en la historia de México, periodo en el que también se rompió el máximo histórico en delitos de violación.
Y si se habla, exclusivamente del gremio periodístico, nos encontramos en la deplorable situación de una violencia que nos coloca al nivel de lo que sucede en regiones bélicas como Afganistán o Siria.
Por otro lado, el gobierno en turno también ha destacado por su papel al generar repetitiva y confesamente un amplio margen de violencia política e ideológica, ya que contra todo espíritu democrático y de respeto al Estado Constitucional de Derecho se ha emprendido una serie de acciones que han buscado erradicar de golpe la voz de quien no está de acuerdo con su pensamiento.
Por ello, la violencia debe detenerse, las y los mexicanos que han sido víctimas de cualquier tipo de violencia no desean escuchar más promesas ilusorias o propuestas banales, lo que urge es revitalizar de fondo la directriz que guía la función de seguridad pública que ejerce el Estado mexicano, tomando en consideración todos los factores y herramientas que están al alcance para alcanzar el México en paz que todos deseamos.
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