El 31 de enero de cada año, se presenta una oportunidad para reflexionar sobre uno de los documentos de mayor relevancia para el constitucionalismo mexicano, que al tiempo de dar vida al Estado mexicano como una nación libre e independiente, concibió los cimientos del sistema republicano, representativo y federal.
Para ello, es importante recordar que consumado el movimiento independentista en 1821, se impulsaron a través del Plan de Iguala y de los Tratados de Córdoba los pilares elementales que buscarían definir la ruta a seguir para erigir a la nueva nación, aunque con una organización política muy distante a la que hoy conocemos.
En este sentido, en el marco del Segundo Congreso Constituyente de 1823, los forjadores de la nación mexicana se encontraron ante un importante dilema. Por un lado, se impulsaba instituir una “monarquía constitucional moderada”; mientras que por el otro, se consideraban características del constitucionalismo estadounidense como el sistema republicano, representativo y federal, así como ideales de la Constitución gaditana como la soberanía nacional.
Miguel Ramos Arizpe, conocido como el padre del federalismo mexicano, en calidad de presidente de la Comisión de Constitución del Constituyente, presentó el Acta Constitutiva de la Federación mexicana, aprobada el 31 de enero de 1824. Cabe señalar que el Constituyente contó con figuras destacadas como Carlos María Bustamante, Servando Teresa de Mier, Lorenzo de Zavala, Valentín Gómez Farías y Manuel Crescencio Rejón.
Así, emanada del espíritu independentista, el Acta Constitutiva determinó que la nación mexicana se declaraba libre e independiente para siempre de España y de cualquier otra potencia; además de que no podría ser patrimonio de ninguna familia ni persona. De igual forma, edificó las bases para que la nación mexicana adoptara para su forma de gobierno la república representativa, popular y federal, elementos profundamente intrincados entre sí.
La conformación del pacto federal se trató de un parteaguas para el constitucionalismo mexicano, al reconocer a las partes integrantes de la federación como Estados independientes, libres y soberanos. Así como el compromiso a cada entidad para sostener a toda costa la unión federal. Otro aspecto de gran envergadura que nos heredó el Acta Constitutiva fue la división del ejercicio del Poder público, en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, tanto en el orden federal como en el estatal.
El Acta Constitutiva se convirtió en la base sobre la que se consumaría el 4 de octubre de 1824 la promulgación de la primera Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Evidentemente, el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana aportó un gran sentido de identidad y progreso para nuestro país, tomando en consideración los ideales más avanzados de la época, que se convirtieron en la fuente de la organización política que ha prevalecido durante casi dos siglos, sin que se visualice una alternativa viable diferente.
Cierto es que las prioridades han cambiado desde aquélla época, con expectativas y retos distintos; sin embargo, esto no implica ni justifica de ninguna manera que se generen afectaciones a los principios fundamentales que rigen el buen funcionamiento del Estado mexicano.
Hoy en día, el federalismo mexicano, con los pesos y contrapesos emanados de la Ley Suprema, reclama una importante dosis de atención y salvaguarda, donde lo fundamental es avanzar hacia su fortalecimiento, sin perder de vista el respeto y pleno reconocimiento a su esencia y a los avances alcanzados.
Senador de la República.
@manuelanorve