México este año estará inmerso en un ambiente absolutamente electoral en el marco del proceso  en donde se elegirán una muy amplia cantidad de puestos de elección  popular, incluyendo la Presidencia de la República. En términos de apuesta, la bolsa es grande amables lectores: 629 cargos públicos federales y 19, 634 locales; esto significa que en las elecciones del próximo 2 de junio elegiremos, además de la Presidencia de la nación, a 20,262 personas que ocuparán cargos públicos en el nivel nacional.

Asimismo, se votarán por 64 escaños de mayoría relativa, 32 de primera minoría y 32 de representación proporcional en el Senado de la República, 300 diputaciones de mayoría relativa y 200 más de representación proporcional en el federal. Y en las elecciones locales, 9 gubernaturas, 663 diputaciones locales de mayoría y 435 de asignación por listas, 1,803 presidencias municipales, 1,973 sindicaturas, 14,160 regidurías, 160 concejalías, 22 presidencias, 22 sindicaturas y 88 regidurías de juntas municipales y 299 presidencias de comunidad.

Por el lado del padrón electoral, el universo también es muy amplio. Se estima que la lista nominal de votantes llegará a los 98 millones de ciudadanos, de los cuales, 50.2 millones serán mujeres y 46.4 hombres. Y desde luego que para solventar un proceso electoral de estas grandes dimensiones, el costo económico será obviamente muy alto. Los especialistas en esta materia, indican que las elecciones de 2024 costarán unos 37 mil millones de pesos, de los cuales unos 10 mil millones serán para el financiamiento de los partidos políticos.

Pues bien, dentro de este proceso electoral, los trabajadores sindicalizados deben tener un papel fundamental, pero no como en décadas anteriores, donde el corporativismo fracturó las intenciones del voto libre y razonado de los trabajadores afiliados a organizaciones sindicales que  forzaban el sufragio de sus agremiados hacia algún partido en especial, a cambio de prebendas políticas y económicas, en beneficio solo de los intereses personales de los liderazgos, dejando en el abandono los derechos legítimos de los trabajadores.

Pensamos que esta jornada electoral debe marcar la diferencia entre el México corporativista que tanto perjudicó el verdadero ejercicio democrático que representa el sufragio libre de los trabajadores y dar inicio a un país donde se respete el voto razonado, transparente y libre de presiones, condicionamientos, promesas falsas, e incluso amenazas de despido si no se votaba para favorecer a un instituto político determinado. El sufragio democrático garantiza  que el partido o coalición ganadora cuente con el reconocimiento, legitimización y respaldo general ciudadano. Por otro lado, también es importante señalar que durante el desarrollo de las campañas políticas, el acarreo de los trabajadores no puede ser ya más una manera de aparentar preferencias no existentes. Llenar plazas, foros y recintos con la presencia forzada de integrantes de sindicatos, es una práctica que ya no tiene cabida en una nación en pleno tránsito hacia la madurez democrática como la nuestra.

Lo que sí debe incentivarse es el debate público rumbo a la elección que se avecina. Sin la confrontación y argumentación de ideas y proyectos de gobierno de los partidos contendientes ante la ciudadanía, no podremos optar por algún proyecto político en especial para resolver los problemas estructurales que están atando nuestro desarrollo como nación. Asimismo, hay que cerrar las puertas a la posibilidad de violencia en las votaciones. Seamos un país maduro y despidamos las prácticas corporativistas que obstruyeron el libre albedrío en los procesos electorales de los trabajadores sindicalizados.

Hasta la próxima.

Secretario general del Sindicato Nacional de los Trabajadores del Servicio Postal Mexicano, “Correos de México”

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