En un acto simbólico, el domingo 2 de mayo zarpó de Isla Mujeres el Escuadrón 4-2-1 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. A bordo de “La Montaña” van 12 personas: del EZLN son 4 mujeres, 2 hombres y una persona trans, de ahí adopta su nombre el Escuadrón 4-2-1. Además, se sumaron cuatro marineros alemanes y un colombiano. La composición del escuadrón es simbólica, pues todas son personas cuyos cuerpos han resistido las consecuencias de siglos de colonialismo: son indígenas Tzotziles, Ch’oles y Tojolabales, la mayoría mujeres, y Marijosé, quien no se identifica con ningún género, será la primera persona en desembarcar al llegar y pisar las tierras del viejo mundo.
“La Montaña”, un barco que fue recuperado con más de cien años de vida, se dirige hacia lo que se conocía como “viejo mundo”, Europa. Su primera parada es España. Están haciendo el recorrido inverso que hicieron hace medio milenio los españoles, y así alegóricamente revertir todo lo que fue consecuencia de esta migración: colonialismo, racismo, explotación y violencia. El objetivo es navegar hasta el puerto de Vigo, en Galicia, y de ahí trasladarse a Madrid. Quieren llegar a la capital española el 13 de agosto, cuando se conmemora el aniversario 500 de la conquista de Tenochtitlán. Después, recorrerán 20 países europeos e incluso después otros continentes. A esta travesía le han llamado “la ruta de Ixchel”, en referencia a quien reconocen como la “madre-luna, madre-amor, madre-rabia, madre-vida”.
Su travesía se organizó en el marco de una serie de comunicados firmados por el subcomandante Moisés, ahora al mando del EZLN. En estos comunicados se denuncia la situación de feminicidios y desapariciones de mujeres, así como el continuo despojo de los pueblos de sus tierras privilegiando a los megaproyectos, y la descomposición social que ha traído la lucha contra el crimen organizado.
Los comunicados anuncian este viaje del grupo zapatista, en el que aclaran que el objetivo es, más que confrontativo, de tejer solidaridad. Dice el subcomandante Moisés que en el recorrido están “buscando no la diferencia, no la superioridad, no la afrenta, mucho menos el perdón y la lástima. Iremos a encontrar lo que nos hace iguales.” En particular, recalcan que el mensaje para el pueblo de España no es demandar una disculpa histórica. Más bien se busca comunicar: “Uno: Que no nos conquistaron. Que seguimos en resistencia y rebeldía. Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonemos nada.”
Aunque su mensaje es para el mundo y el reclamo de exclusión se hace con dignidad partiendo de una visión global, es inevitable revisar en tierra propia los rezagos que sostienen esa exclusión irresuelta con una transformación que se asume como la cuarta y que ignora a los pueblos indígenas y a las minorías a quienes prometió no solo reconocer, sino integrar. Claramente se les ha ignorado, muestra de ello es como Morena mantiene prácticas partidistas en las que burla los usos y costumbres de los pueblos. La prima del presidente, Manuela Obrador Narváez pretende reelegirse en un distrito indígena, sin serlo.
La retórica de solidaridad altermundista del zapatismo y el peso simbólico de este acto tienen suficiente mérito como para aplaudir esta caravana y seguir su recorrido de cerca. Además, hay que reconocer como acertado que no repliquen el resentimiento volcado en la súplica de una disculpa, al que recurre Andrés Manuel López Obrador, cuando se trata de hablar de colonialismo. Lo que es un hecho es que estos actos se quedan en eventos simbólicos, habría que preguntarnos cómo funcionaría un altermundismo a escala global más allá de la retórica. ¿Qué pasos debemos tomar para pasar de la resistencia simbólica a una red coordinada de esfuerzos? ¿Cuál es la ruta crítica que incluya transformar no sólo nuestra forma de pensar, sino las instituciones, los sistemas políticos, los estados y las economías? ¿Cómo lograr esto en un mundo diverso y desigual?