Hasta el día de ayer, una de las principales discusiones políticas de la coyuntura giraba en torno a la sobrerrepresentación de Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión. Tanto en el INE como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sentenciaron la supermayoría basada en que “como los de antes lo hacían, hay que seguirlo haciendo”. Sabemos que hay argumentos jurídicos y éticos que contrarrestan esa simplista y falaz postura. Por mencionar dos brutales inconsistencias de la defensa de las supermayorías, está en primer lugar la contradicción al artículo 54 constitucional, ya que los partidos que fueron en coalición lógicamente, no postularon candidatos por sí mismos en los 200 distritos electorales pero, eso sí, les dan un trato unitario en la asignación de curules. Por otro lado, la sobrerrepresentación en el pasado que estuvo mal efectivamente, rebasó ligeramente el límite constitucional de 8%, lo que ahora aprobaron también violando ese límite, es una avalancha desproporcionada de asignación de curules que no corresponde con la voluntad del voto.
Sumemos a esta alineación aniquiladora de pluralidades, la rapidez con la que dos senadores del PRD se sumaron a Morena. Antes de comenzar incluso la legislatura, Araceli Saucedo y José Sabino Herrera claudicaron en una lucha que no dieron, demostrando así su pequeño empaque político. La traición a sus electores puede explicarse a partir de los siguientes incentivos: El poder que tiene Morena para leerle la cartilla a cualquier político –ya sea como advertencia o como invitación. El segundo, la descomposición política de la oposición, ¿Qué hicieron el PRI, el PAN o Movimiento Ciudadano para evitar que Morena consiguiera dos senadores más? ¿Tan irrelevantes fueron sus campañas electorales que es tan fácil dejarle el paso libre al oficialismo? Todo indica que estos partidos no tienen nada que ofrecer, ni siquiera a sí mismos.
Saucedo y Herrera tuvieron en sus manos el sueño de todo aquel que se dedica a la política: tener poder con la posibilidad de ejercerlo sin pedirle autorización a nadie. Con los tres senadores que le faltaban a Morena, las curules de Saucedo y Herrera valían más que toda la oposición junta.
Vayamos al tercero en discordia. En los pasillos de la oposición se escucha que es inminente el fichaje de Clemente Castañeda con Pablo Lemus en el gobierno de Jalisco. Castañeda dejaría su curul en el senado para ser secretario de Gobierno, por lo que su escaño sería ocupado por su suplente José Manuel del Río Virgen.
Del Río Virgen es uno de esos personajes que logran pasar desapercibidos de las coyunturas, pero juegan en las grandes ligas. En 2022, Cuitláhuac García lo tenía encarcelado, fue liberado luego de una decisión del Poder Judicial de la Federación. Hay quien dice que lo determinante para conseguir su libertad fue el apoyo público que recibió de sus amigos –como él los llama– Ricardo Monreal y Dante Delgado. Se integró como secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, con su amigo Ricardo Monreal.
Aunque durante la campaña electoral se mostró siempre como un emecista, en política las lealtades pesan más que los colores. En Veracruz, hay quien dice que Del Río Virgen no hubiera sido liberado si no hubiera sido por la intervención de Monreal.
Es probable que Del Río Virgen se convierta en senador y podrá jugar a las lealtades. ¿Aceptará la invitación de Monreal para ser el tercer voto que les falta, y con ello le quitará el peso de encima a Dante de tener que votar desde MC a favor de la Reforma al Poder Judicial?
Y si alguien lo duda, revise lo que el mismo Del Río escribió sobre Monreal y Dante: “Siempre estaré agradecido con ellos porque nunca dudaron de mi inocencia”.
El futuro del Poder Legislativo y del Judicial ha quedado en manos de tres políticos que no oponen resistencia para defender la agenda que ofrecieron a quienes les dieron su voto en las urnas.
@MaiteAzuela