Muchas y muchos celebramos que México tenga una primera Presidenta. Celebramos también que asegure no llegar sola sino de la mano del resto de las mujeres. Reconocemos que el apoyo que recibió en las urnas es amplio y le otorga una legitimidad incuestionable. Sin embargo, hay pocos indicios de que por ser mujer optará por una agenda diferenciada de la de su antecesor. Nos ha dejado claro en su propio discurso que lo que no se nombra no existe. Eligió no hablar de los estragos que ha generado la violencia, ni mucho menos de las víctimas de desaparición y las madres buscadoras.

Al igual que el expresidente, las únicas víctimas con las que se comprometió públicamente fue con las familias de los 43 normalistas, con el compromiso número 9 en el que aseguró que “seguiremos trabajando con los familiares para alcanzar la verdad y la justicia hasta encontrar a todos los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa”. Sabemos  que mientras no rompa el pacto de impunidad con el Ejército, este compromiso quedará incumplido irremediablemente.

Habrá quien argumente que no porque sea mujer debe estar comprometida con la agenda de los feminismos. Coincido. Pero por ser mandataria y de izquierda, de tener la voluntad, puede visibilizar, nombrar y atender de forma integral uno de los problemas más dolorosos y reveladores de la vulnerabilidad que atraviesan miles de madres en México: la búsqueda de sus hijos desaparecidos.

Probablemente la frase más emblemática de su discurso fue: “Soy madre, abuela, científica, y mujer de fe. Y a partir de hoy, Presidenta”.  Esta es una idea poderosísima en un país donde las madres y las abuelas están buscando a sus desaparecidos, o exigiendo justicia por sus muertos. Aunque la Presidenta no hizo mención, las mencionó, y ahora como Jefa de Estado, son sus víctimas.

El sexenio de López Obrador sumó 199 mil 619 personas asesinadas y, también en su periodo con todo y el rasurado de cifras, 51 mil personas desaparecidas. Ellas, al igual que Sheinbaum son más de 300 mil madres y abuelas, pero no tienen la fortuna de compartir la vida con los suyos. Hasta ahora parecen no estar entre las prioridades de la mandataria, en tanto que ni en su discurso en el Congreso, ni en su discurso en el Zócalo les dedicó ni una sola mención a las miles de personas desaparecidas o asesinadas.

Y es que el sello ya no digamos feminista, sino humanista que Sheinbaum y sus seguidoras intentan colocar a su nuevo gobierno, tiene que ir acompañado de acciones contundentes en favor de las víctimas de la violencia.

Aquel o aquella que no está del lado de las víctimas es, simplemente, una persona más de la llamada derecha. Ojalá invisibilizar a las víctimas no sea el papel que asuma Sheinbaum, como lo hizo su antecesor. La Presidenta de México habla de una estrategia de seguridad que atenderá las causas, esperamos que también se atiendan las consecuencias, porque atender las consecuencias es atender la demanda y garantizar los derechos de las víctimas.

Los primeros meses de su gobierno son claves para activar acciones humanistas e integrales para las miles de víctimas de la violencia. Podría empezar por: 1) Reunirse con los colectivos de madres buscadoras; 2) Reactivar el fideicomiso de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas; 3) Dotar de recursos financieros y humanos a las comisiones federal y locales de búsqueda; 4) Incluir en su estrategia de seguridad la coordinación con fiscalías para investigar los delitos de desaparición y desaparición forzada; 5) Establecer un sistema de coordinación entre las dependencias del gobierno federal, que integran el Sistema Nacional de Víctimas, así como Secretaría de Salud, Conago y Segob; 6) Recuperar todas las garantías que tenían las víctimas y que rasuraron el sexenio pasado, tales como el registro nacional de personas desaparecidas y no localizadas.

@MaiteAzuela

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