Quien siga sin entender que reducir la identidad de las mujeres al ejercicio de una maternidad estereotipada y diseñada para que su espacio de desarrollo se acote a lo doméstico apoyará cualquier política pública que debilité las instituciones de estado que rompen brechas de desigualdad estructural. En esos esquemas no solo se afecta la economía de las familias, sino el desarrollo integral de las y los niños, sus posibilidades de esparcimiento y aprendizaje en espacios seguros y la construcción de una sociedad incluyente con un Estado que no escatima en su futuro: la infancia.
Este sexenio se inauguró con esa estrechez de mente, priorizando una supuesta austeridad que se concentraría en proyectos inmobiliarios de grandes magnitudes y entregaría los recursos a las fuerzas armadas. Ahora se pretende echar mano de uno de los proyectos más útiles e integrales: las escuelas de tiempo completo.
La Escuela de Tiempo Completo está pensada como una estrategia educativa que aprovecha la extensión de la jornada. El proyecto nació durante el gobierno de Felipe Calderón e inició con 6 mil 708 planteles de primaria y secundaria, en el sexenio de Peña Nieto alcanzó los 25 mil 134 planteles de educación básica, a las que asistían 3.6 millones de alumnos e incluso, se calcula que 1.4 millones de niños en pobreza extrema reciben alimentación mediante este programa.
No hay manera de negar los beneficios directos que traían a las familias las escuelas de tiempo completo. Si revisamos los Datos de Evaluación del Servicio de Alimentación del Programa de Escuelas a Tiempo Completo por SEP y Unicef, encontraremos que 86.7% de las escuelas de tiempo completo (ETC) con servicio de alimentación (SA) se ubican en municipios donde el 74.3% tienen un grado de marginación alto; la mayoría se localizan en el ámbito rural (87.3%) y 21% son escuelas indígenas. El 65.8% de niños consumían su primer alimento del día gracias a este proyecto. Las ETC contaban con un Manual de Menús diseñado en colaboración con el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
López Obrador
destinará los recursos de las escuelas de tiempo completo de manera directa a la sociedad de padres de familia para que ellos decidan en lo que quieren gastarlo. La distribución de dinero de mano en mano nunca podrá sustituir la infraestructura y el capital humano que representan las escuelas de tiempo completo, pero claro, cuando todo dinero público es visto como dádiva electorera, importa poco que no llegue a los beneficiarios deseados. López Obrador y su equipo saben que en la mayoría de casos no será invertido en alimentación ni mucho menos educación para los estudiantes a quienes se los arrebataron.
La reducción de horarios de atención afecta a las niñas y niños más vulnerables y a las madres que son el sostén único del hogar. Además, una de las consecuencias que se hará más evidente será la deserción escolar, en tanto que para muchas madres será imposible por sus horarios laborales recoger a los niños a las 12:30, de modo que optarán por no llevarlos. Las Escuelas de tiempo completo tenían una jornada de hasta 8 horas, que iniciaba a las 8 de la mañana y concluía sus actividades a las 4 de la tarde.
Por fortuna, algunas entidades como Puebla, Michoacán, Querétaro o la Ciudad de México advirtieron que sostendrán el programa de Escuelas de Tiempo Completo con recursos propios, la decisión corresponderá a cada estado y su posibilidad presupuestal.
Por ahora muchas de las políticas públicas que aportaban elementos tangibles para la equidad de género y el desarrollo integral de niñas y niños están desmanteladas. Lo que el gobierno que se hace llamar “el más feminista de la historia” le ha quitado a las mexicanas quedará en nuestra memoria: programas contra el cáncer: FUCAM; las guarderías; las escuelas de tiempo completo: los refugios; los medicamentos por parte de IMSS; ayudas para la maternidad.
Ningún feminismo cabe en un sobre con dinero. La equidad de género se construye con instituciones y políticas públicas sólidas.