Ahora que se cumple un aniversario más de la visionaria y patriótica expropiación petrolera, y que se recuerda el gran y conmovedor apoyo del pueblo mexicano a la decisión de Lázaro Cárdenas, cabe preguntarse por qué hoy es importante luchar por la soberanía energética.

No voy a referirme al proceso que, iniciado desde el sexenio de Miguel de la Madrid, buscó llevar a Pemex a la quiebra financiera, a fin de intentar justificar la privatización de la industria petrolera. Proceso que incluyó desde la modificación técnica de los productos a fin de pasarlos al capítulo de petroquímica secundaria, en donde la ley permite la participación de la empresa privada, así como el cobro de impuestos a Pemex por montos superiores a sus utilidades, lo que llevó a un endeudamiento extraordinario de la paraestatal, así como las campañas mediáticas sobre una falsa ineficiencia de la paraestatal, los contratos increíblemente leoninos a favor de consorcios nacionales y extranjeros, incluidos los llamados pidiregas y los de servicios múltiples, así como la corrupción de altos funcionarios y las rondas de apertura a partir de la reforma energética de Peña Nieto.

Hoy es importante la soberanía energética en primer lugar, porque es necesario cancelar la situación absurda de que México sea uno de los países importantes en la exportación de petróleo y tenga que pagar millones de dólares por la importación de gasolinas. Basta recordar que en 2018 se pagó el mayor monto registrado por importación de gasolinas, pues fue de 18 mil 966 millones de dólares, equivalente aproximadamente a 371 mil 716 millones de pesos. Generar la producción suficiente para el consumo del mercado nacional es una necesidad urgente para evitar esa gigantesca salida de divisas del país.

Por otra parte, hay que recordar que el petróleo no sólo es materia prima para las gasolinas, sino para cientos de productos de la más diversa índole, desde el gas doméstico, el asfalto, las fibras sintéticas para textiles y ropa, cosméticos de belleza, plásticos, detergentes, ceras, pinturas, neumáticos y un largo etcétera.

En cuanto a la producción de gasolinas se ha insistido en que hoy el petróleo ya no es importante, porque va a ser sustituido por fuentes limpias de energía. En efecto, es necesario impulsar la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles. (Por cierto que, afortunadamente, Claudia Sheinbaum es una especialista de alto nivel tanto en el cambio climático como en las fuentes alternativas de energía). Pero esa transición no será inmediata, ya que en México hoy existe un parque vehicular, incluidos automóviles, camiones de pasajeros y de carga de nada menos que 49 millones 218 mil 159 vehículos.

Pensar que pueden ser sustituidos por los de sistema eléctrico en unos lustros, está fuera de la realidad, sobre todo si recordamos los costos de los autos y camiones eléctricos. Sin mencionar, por otro lado, que las fuentes alternativas de energía no son tan limpias como se supone, pues la producción de los sistemas también implica contaminación en otros campos.

Queda claro, pues, que hoy como hace 86 años, el petróleo es estratégico para el desarrollo económico y social, y el fortalecimiento de Pemex y la soberanía energética, incluida la electricidad, es un objetivo prioritario para México como Nación y para el pueblo mexicano.

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