Es cierto que la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial no significó la extinción total del fascismo, pues a lo largo de las décadas siguieron existiendo grupos que mantenían esta ideología. En la década de los ochenta, por ejemplo, podemos recordar las acciones de los llamados cabezas rapadas en Alemania que entonces, ya no contra judíos o comunistas, sino dirigiendo su odio contra los migrantes, incendiaban los edificios en que se habían refugiado los indocumentados.
En nuestros días, sin embargo, ya no se trata de grupúsculos de la sociedad civil que actúan al margen de la ley, sino que son parte del poder establecido a través de elecciones o, en otros casos, protagonizan intentos o logran consumar golpes de estado. Así, puede mencionarse el caso de Italia en que la primera ministra Giorgia Meloni reconoce con orgullo su admiración por Hitler, o las fotos que muestran a soldados ucranianos con la suástica impresa en sus cascos, o las expresiones del afortunadamente ahora expresidente de Brasil Jair Bolsonaro. El caso más notable, por supuesto, es el de Trump en Estados Unidos y las huestes que asaltaron el Capitolio en 2021. En México, hemos visto el concierto explícitamente neonazi en octubre de 2022, así como, más peligrosas, las reuniones con la organización española Vox.
Se le llama neofascismo, porque se presenta en circunstancias diferentes de las que prevalecían en las décadas de los treintas y los cuarentas. Sin embargo, se trata de la supervivencia de la ideología fascista, por las muchas similitudes que lo inscriben dentro de esa corriente de extrema derecha.
Uno de los ejes más importantes es el racismo, que hoy se centra en el ataque a los migrantes y en especial contra los africanos en Europa o contra los mexicanos y latinos en general en Estados Unidos, aunque en este país, por supuesto, también se mantiene contra los afroamericanos. La supuesta superioridad racial, se manifiesta también contra otros grupos como la comunidad LGBT o, ya en un lado plenamente político, contra los comunistas y los anarquistas.
Otro de los ejes de la ideología fascista es un agresivo ultranacionalismo, que se reitera lo mismo en Trump y sus seguidores, que en Italia o en los fanáticos de Le Pen en Francia.
En casi todos los casos, los políticos que han alcanzado puestos de privilegio cuentan con amplios grupos sociales que son los que les han permitido ganar elecciones o llevar adelante los golpes de Estado, sea en su versión militar o en la del llamado Golpe Blando. Precisamente esta presencia ha significado que en la caracterización teórica haya cierta confusión, pues parece olvidarse que Hitler o Mussolini también movilizaron masas identificadas con el fascismo. Lo nuevo es que ahora las convocatorias al combate circulan, principalmente, por internet y las redes sociales.
Entre las causas del surgimiento de este neofascismo, hay que mencionar a la crisis económica estructural, y a la recurrencia, casi en todo el mundo, a las políticas neoliberales que, si bien empobrecieron y golpearon a los trabajadores y a las mal llamadas clases medias, lo que explica la desesperanza que está en el fondo de los partidarios del neofascismo, lo cierto es que el neoliberalismo fracasó para resolver esa gran crisis estructural. El gran capital se está alejando del neoliberalismo y ahora apoya las acciones, las organizaciones y los políticos que se inscriben en el neofascismo. Esto no es nuevo, está demostrado que el mayor apoyo a Hitler fue el del gran capital alemán.
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