Muchas actividades cuentan con algunos protagonistas con inclinación a ser centros de atención dentro de su campo de acción.
El vedetismo está entre los artistas, deportistas, políticos, entrenadores, empresarios, psicólogos, analistas, directivos, árbitros, etc., y se les califica así porque su forma de ser consiste en ser los centros de atención, queriendo destacar a toda costa, tengan o no razón.
Vivimos dentro de una explosión mediática y digital, pero enfocándonos al deporte, notamos esa inclinación que existe con algunos directivos, que tienen toda la intención y entusiasmo de colaborar con su institución, pero —desafortunadamente— no están preparados para llevar a cabo las actividades propias de su disciplina, creando malentendidos con sus mismos atletas y exhibiéndose mucho más de lo debido.
Existen deportistas que deciden no jugar con su selección por razones a veces desconocidas, y —en ocasiones— los medios de comunicación hacen que las masas califiquen al jugador con vedetismo.
Surgen entonces los desacuerdos entre atletas y directivos por conflictos legales, acusaciones, inconformidades en diversas disciplinas, como el nado sincronizado, clavados, tenis, ciclismo y varias otras, maltratando el desarrollo del deporte mismo.
Nuestros deportistas de talla mundial tienen derecho a requerir de sus federaciones colaboración, a través de una dirección atinada y eficiente, con preparación, sin protagonismos, para sortear las dificultades que se tienen.
Asimismo, los que consiguen las medallas, los triunfos y derrotas, conocen bien las reglas y saben que las federaciones obtienen recursos para ser utilizados en apoyo a sus deportistas, siendo que en la mayoría de las veces no es así.
Los deportistas son el centro de atracción, con los riesgos de no ser reconocidos, sabiendo que su tiempo estelar es limitado y siendo recriminados por sus reclamos y actitudes, inculpándolos de vedetismo.
Por otro lado, muchos directivos exhiben su desmesurada inclinación a destacar, a querer ser el centro de atención, con un vedetismo malo, exhibiendo su escasa o nula preparación para dirigir su organización, y algunos se atreven a decir que están aprendiendo.