Hace 20 años, Lance Armstrong —el ciclista maravilla estadounidense— ganaba todo, era el amo y señor de su deporte con siete títulos en el prestigiado Tour de Francia. Las dudas empezaron a surgir; tanto, que sus competidores, patrocinadores y público en general lo pusieron en duda. Las mismas autoridades deportivas en Estados Unidos realizaron la investigación a Armstrong, a quien —a pesar de defenderse de las acusaciones formales que tenía— le fueron retirados todos los títulos, incluyendo una medalla olímpica, derrumbándose la figura de Lance y —de paso— el ciclismo, el cual no se recupera.

Primeramente, la Federación Internacional de Tenis ha intensificado su postura en el antidopaje y el arreglo de partidos. Esta situación es supervisada por las autoridades competentes del deporte y existen evidencias entre los tenistas de categorías profesionales inferiores —hombres y mujeres— que han sido descubiertos, suspendidos y multados por las autoridades de los torneos de Grand Slam, ATP, WTA y el Comité Olímpico Internacional. El arreglo de partidos se ha descubierto entre los jugadores de los torneos profesionales de categorías inferiores, siendo una forma de obtener recursos fáciles, arreglando sus partidos para que el contrario obtenga puntos que le faciliten continuar en su lucha por ascender en las clasificaciones. Hoy en día, las casas de apuestas son muy tentadoras.

Regresando al dopaje, la ITF tiene un severo control, que no sólo es para los jugadores, sino que incluye a entrenadores, masajistas y representantes. Se realizan sorpresivamente, ya sea en un torneo o hasta en su casa. Un ejemplo es que Rafael Nadal, en 2020, pasó 12 controles, cuatro durante un torneo y ocho fuera de casa. Novak Djokovic 14 (siete y siete), Daniil Medvedev 12 (cinco y siete), Garbiñe Muguruza 10 (dos y ocho), Paula Badosa nueve (tres y seis); sin embargo, a los que descubren fácilmente y penalizan son a los jugadores desconocidos o en proceso de retiro, como hace un par de años a Maria Sharapova.

Los intereses son muy grandes y no van a penalizar a ninguno de los tenistas conocidos, pues destruirían el millonario negocio de este deporte. Los patrocinios desaparecerían de inmediato, los derechos de television caerían al suelo, la industria de artículos para el tenis y las academias fantasma tendrían una considerable baja... Los padres pensarían dos veces antes de dejar que sus hijos opten por el profesionalismo, en vez de estudiar. No debemos preocuparnos, pues a ninguno de los grandes tenistas —por ahora— lo van a pillar.


luis@vamosdeportes.com

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