La suspensión alrededor del mundo de juegos, torneos, Ligas y organizaciones deportivas de toda índole está originando pérdidas incalculables para los medios de comunicación, dueños de equipos, deportistas, jueces, trabajadores, venta de alimentos y bebidas, anunciantes, agentes, abogados, doctores, terapistas, revendedores y venta de souvenirs, entre otras cosas.

En Estados Unidos, por darles un ejemplo, en la industria del deporte y sus muy organizadas Ligas, como la NBA, NFL, NHL, el beisbol, el PGA Tour, MLS, la ATP y WTA, boxeo, etc., estamos hablando de una industria de 160 billones de dólares. A esto, se une Euro pa con certámenes como la Premier League, la Liga de España, la de Italia, Francia, la Fórmula Uno, los torneos de la UEFA, los deportes de invierno, y en Asia y Medio Oriente ni se diga. Además, existe la amenaza de que los JJOO en Tokio se pospongan, aunque aún permanecen firmes con sus fechas.

En las últimas tres décadas, el deporte —por lo regular— ha estado blindado con seguros de suspensiones o aplazamientos de eventos. Sin embargo, ha sido un paliativo muy importante durante las recesiones, guerras, fenómenos naturales y, ahora, con la cancelación, no sólo se verán los estragos económicos, sino que la gente no tendrá forma de distracción, tan necesaria en estos momentos.

La debacle financiera que está causando esta pandemia al deporte, a nivel universal, es una cosa, pero lo que sigue —de acuerdo con los sociólogos, psicólogos y diversos especialistas— está más vinculada con la depresión, trastornos psicológicos, sociológicos y problemas emocionales mayúsculos.

Hoy, el deporte es un protagonista sin tener actividad en las canchas. Seamos disciplinados y sigamos las recomendaciones médicas y acabemos con el Covid-19 .

Vamos, esta debacle económica es un factor, pero la salud es primero.

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