Novak Djokovic lucha intensamente, como presidente de los tenistas profesionales —mujeres y hombres—, para que se otorguen mejores premios a quienes están en los cuadros de clasificación o que están empezando a querer acumular puntos... Y lo está logrando.
El serbio hizo una tronante declaración recientemente, diciendo “cómo es posible que el tenis sea uno de los deportes con una gran cobertura mediática, que existan patrocinadores de muy alto nivel, que asistan tantos aficionados y que solamente existan 400 tenistas —entre mujeres y hombres— viviendo del tenis; pocos muy bien, unos mal, y otros apenas puedan con los gastos”.
Los mejores tenistas de ambos sexos, entre los primeros 50, tienen ingresos importantes, pero sus gastos son altos, pues viajan con entrenadores, psicólogos, fisioterapeutas y familia. Además, muy pocos cuentan con patrocinios importantes, pero —si su rendimiento es bajo— esos apoyos son retirados de inmediato.
El tenis tiene una similitud con el boxeo, y con cualquier otro deporte individual, aunque a nivel de equipos se han identificado situaciones graves, como fallar un penalti a propósito o dejarse meter un gol.
Los tenistas Top 10 nunca son asediados por los apostadores. Ganan muy bien, para caer en dudosos arreglos, siendo los jóvenes talentos presa fácil de estas mafias, pues tienen que ganar dinero para ir a clasificar al siguiente torneo.
Siendo puntuales, los jugadores de un nivel bajo —que no alcanzan a ganar premios importantes disputando torneos de escasa puntuación— caen en la desesperación y son perseguidos por los apostadores, quienes los convencen fácilmente, dejándose ganar un juego, un set o un partido entero.
Los jóvenes desesperados ganan más dinero con los apostadores que con los premios que les dan los organizadores.
Hasta el momento, hay más de 180 tenistas de ambos sexos identificados por las instituciones encargadas de cuidar la integridad del deporte.
Son muchos tenistas involucrados y el deporte se ahoga.