En los tiempos que corren nos preguntamos, con el deseo de retornar a como vivíamos: ¿Hasta cuándo tendremos que estar con las restricciones sanitarias, producto de la pandemia? y deseamos regresar, a cuando el contacto humano era lo más natural. Claro que, se hablaba de los trabajos a distancia y desde la casa, por la era de digitalización que desde hace algunos años se ha disparado.
En las organizaciones, muchos lo tomaban con relativa calma, pensando tal vez que aún no era el momento de mover la ficha y dar un giro, dejando que otros lo hicieran y experimentar con ellos las posibles consecuencias. No pensábamos por ejemplo que una película producida en un estudio de cine, en lugar de hacer su presentación en una sala cinematográfica, pudiera hacerlo en algún otro medio.
Había que armarla en la premier de presentación con los actores, directores, productores, haciendo una ronda de entrevistas, para generar expectativas y finalmente, taquilla que permitiera convertir en éxito económico la inversión. Hoy en día, varias películas han debutado en formatos digitales, sin el glamour que involucraba el modelo anterior.
La pandemia y el consecuente encierro forzoso, provocan cambios en las conductas humanas en muchos sentidos, que no pretendo desmenuzar sino insinuar porque lo estamos viviendo y en muchos casos padeciendo. Ir a algún lugar del mundo -que digo a unas cuadras- se ha convertido en una danza al reflexionar las probables consecuencias del desplazamiento y eventualmente la posibilidad de un contagio que, nos afecte a nosotros y a nuestro entorno.
Curiosamente, parece que regresamos dos siglos, en tanto anterior a la revolución industrial, las personas laboraban en sus casas y fue con el crecimiento de las fábricas cuando devino la construcción de oficinas, lo que bifurcó el desplazamiento de la gente y la construcción de las ciudades, como actualmente las conocemos. En París su alcalde Anne Hidalgo le llamó “la villa del cuarto de hora” Con la idea de que ese sea el tiempo para desplazarse a cubrir distintas necesidades, incluyendo la de ir al trabajo, aumentando el uso de la bicicleta y disminuyendo el de vehículos que consuman combustible.
Hoy en la ciudad de México, los niveles de ocupación de espacios de oficina, han regresado a los que había en los primeros años del siglo XXI y dependiendo del avance contra la pandemia, veremos que sucede con tanta desocupación porqué al final del día el ser humano es un animal social y a la larga el contacto humano personal, no puede sustituirse.
Recordé que, cuando niños -mis contemporáneos- veíamos a los Supersónicos -de Hanna Barbera-serie futurista, que, en los sesenta del siglo XX ilustra cómo sería el mundo en los años sesenta del siglo XXI, sus protagonistas viven en casas en el aire y se trasladan en vehículos aéreos.
Las pantallas planas, los robots se han hecho cargo de muchos trabajos, los alimentos con botones pulsadores proporcionan productos rápidos y de alta calidad, se utilizan diversos dispositivos de alta tecnología para entretenimiento, las citas médicas muchas se hacen por video llamada, etc.
Super Sónico trabaja tres horas al día, tres días a la semana en Engranes Júpiter. Su jefe, el Señor Júpiter, hace su vida imposible en cada oportunidad que se le presenta. La familia Sónico, representa a la clásica familia de clase media de los Estados Unidos.
El trabajo de Supersónico es apretar tres botones en el día, 3 veces a la semana, eso le daba para mantener a su familia y curiosamente el famoso economista Keynes decía: “que con tanta tecnología se tendría que encontrar un sentido de existir”.
En la introducción de la caricatura, cuando Súper le va diciendo adiós a sus hijos que van rumbo a la escuela, estos son metidos en unas cápsulas que a muchos les provoca la sensación de protección, que hoy tenemos, aunque, muchos no la acaban de entender.
En un capítulo vemos a Ultra-esposa de Súper Sónico: levantándose, prendiendo su pantalla y ejercitarse desde su hogar.
Es imposible pensar que alguna vez regresaremos adonde estábamos. La pandemia nos sirvió para probar la vida digital y en gran medida está, ha sido positiva.
El trabajo de hoy en día, orientado a los servicios, involucra trabajo intelectual, que puede ser desarrollado por medio de videoconferencias, correos electrónicos, chats de manera remota y demanda menos tiempo en la oficina, lo cual impulsa modelos híbridos, en los que lo digital y lo presencial se combinarán, para lograr los resultados que se pretendan.
El trabajo en esos péndulos que existen en la historia de la humanidad, nos acerca en lugar de alejarnos del hogar, como sucedía hace algunos siglos, cuando el granjero o el herrero laboraban en casa. En el siglo XXI tendremos que mezclar la presencia física entre el hogar y la oficina. La inteligencia artificial cambiará el trabajo, para siempre, no le quepa duda y resistirse es absurdo, más nos valdría considerarlo.