Cada que oímos que se pretende sustentar el futuro de México en ahorrar en presupuestos de educación, ciencia y tecnología se nos ponen los pelos de punta por la miopía que implica hacerlo y no encontré mejor manera de explicarlo que recurrir a replicar en este espacio lo que afirmé hace unas semanas en “Nuestra UNAM” y que simboliza lo que cada institución educativa del País -pública y privada- representa para nuestro futuro.
“Y digo nuestra porque día con día cumple con apoyar a la docencia, a la investigación científica y a difundir la cultura consistente con su historia desde que fuera Real Y Pontificia la Universidad Nacional y, a partir de 1929, Autónoma de México.
Es incontable el cumulo de aportaciones de la UNAM y uno de sus beneficiarios es el que escribe pues mi educación desde la secundaria y preparatoria transcurrió entre la calle de Licenciado Verdad y San Ildefonso, sitios donde se ubicó la Preparatoria 2; dos carreras cursé en la Facultad de Contaduría y Administración; el inglés lo aprendí en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras y además fui catedrático de mi facultad, varios años.
Me resulta emocionante escribir estas letras que me traen recuerdos gratos en época en la que la humanidad libramos una guerra mundial con la pandemia. La labor cotidiana de la UNAM sus salones de clase, sus laboratorios y museos, sus salas de arte, entre otros, son recintos que propician riqueza intelectual personal y colectiva.
En sus aulas tuve la fortuna de tener (entre muchos extraordinarios profesores) a María Edmeé Álvarez , una de las mujeres más cultas en la literatura en español que haya tenido nuestro País, y al oaxaqueño Andrés Henestrosa, gran escritor, en alguna época senador de México y charlista inolvidable.
En los campos deportivos de la Ciudad Universitaria, representando a la UNAM, entrené, jugué y soñé (sólo eso) con ungirme futbolista profesional. En la Facultad de Contaduría y Administración fui alumno de, entre otros grandes maestros, Ricardo Mora Montes, y empecé mi carrera de tiempo parcial de profesor, mucho, muchos le debemos a la UNAM.
El agradecimiento surge cuando nos sentimos en deuda con otro porque nos ha producido algún bien, nos ha prestado un servicio o nos ha hecho un regalo, recordar nuestro pasado es útil para vernos tal y como somos hoy. Entre las múltiples experiencias que nos permite nuestro mundo emocional se encuentra el sentimiento de nostalgia, así recuerdo mis muchos años en la UNAM.
De pronto, uno se siente invadido por las sensaciones del ayer y se da cuenta de que no es un mero ejercicio de la memoria, ocurre entonces que de aquellas emociones se despierta un enorme sentimiento que cubre todo nuestro ser con el recuerdo, es como si de golpe todo el pasado quedara resumido en un momento, fue lo primero que se me vino a la mente cuando escuchamos (entre otras muchas acciones) la información que vierte el doctor Mauricio Rodríguez de la Facultad de Medicina, vocero de la Comisión de la UNAM para Covid-19.
Ojalá y en México nos demos cuenta de que estamos ciegos y de que para empezar a ver necesitamos impulsar a la educación pública y privada en todos los niveles, si es verdad que los mexicanos queremos un país distinto para las próximas generaciones.
No me parece que haya opción, invirtiendo en la UNAM y en todas las instituciones académicas impulsamos a México, que nos quede claro y actuemos en congruencia con el futuro que no perdonará a los medrosos.
Quienes han dado un paso adelante ya desde hace más de 25 años es la Fundación UNAM otorgando más de 70 mil becas de diferente naturaleza, una de ellas las de movilidad que abren durante un semestre las principales puertas de las universidades del mundo.
Su presidente Dionisio Meade con sus voluntarios y donadores, han comprendido y están tratando de resolver el gran problema del país: el de la educación; el de la educación con pertinencia y calidad, el de la educación pública y laica, el de la educación que es equitativa en su acceso e innovadora en sus contenidos, el de la educación que nos vuelve seres humanos críticos y creativos”
En estos momentos tan álgidos para la humanidad, la toma de decisiones debería ser en el sentido de impulsar la ciencia y no en ahorrar lo que después costará muy caro.
Dionisio, su directiva y su directora ejecutiva Araceli Rodríguez, trabajan arduamente como tantas otras instituciones y nos proponen concertar, en lugar de abrir más campos absurdos de batalla, cabría reflexionarlo y aceptar que regatearle recursos a la ciencia, educación y tecnología, es contribuir a un futuro denso y que no presagia progreso sino retroceso y dependencia; lo cual nos pone la carne de gallina y nos causa desazón, por nuestro querido México.
Profesor de asignatura del ITAM, Consultor y Consejero de empresas y miembro por varios años del Consejo Internacional de The Strategic Leadership Forum.
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