El sueño de la segunda pareja amorosa de Mauricio Achar , Janet, era tener una librería con una cafetería cerca de la Universidad Nacional Autónoma de México .
En 1971 abrieron una fábrica de plásticos, y el recordado Mauricio le entregó un cheque y le dijo, "somos socios, busca un local". Lo encontró en Miguel Ángel de Quevedo 128, en un lugar rodeado de baldío y locales vacíos.
Hoy aquella decisión, se convirtió en un corredor cultural en el sur de la ciudad de México, la innovación ocurre en todas partes.
Con el tiempo, la apuesta representa un caso de éxito digno de encomio. Sus fundadores le apostaron a lo que muchos llamarían una quimera y retaron a la sabiduría convencional para vencerla.
Las librerías, en aquellos años vendían en el mostrador. El modelo de ventas adoptado por ellos fue muy distinto. A semejanza de los supermercados, colocó libreros y muebles para invitar a leer, tocar y hasta manosear los libros para provocar la compra. Hoy ya tienen una vasta oferta digital.
Para atraer, a los interesados en eventos culturales, Achar invitó a figuras como Juan José Arreola y Luis Villoro a dar conferencias y acrecentó el número de asiduos a la cafetería, también a sugerencia de Germán Dehesa se montó un templete para presentar obras de teatro, entre las que se recuerda Hedda Gebler de User, en la que Mauricio actuó de inspector sueco de policía.
La cafetería, se convirtió en el lugar ideal para leer, platicar, grillar, ligar, jugar ajedrez, ver obras de teatro y pastorelas. De acuerdo a Ricardo Nudelman, que trabajó con Achar en la Gandhi, "la vida es una continua sucesión de placeres, Mauricio Achar quería divertirse trabajando y lo logró"
Diría, Confucio el chino hace miles de años "encuentra lo que te gusta y desde ese día no trabajas" En 1972, se separó de Janet y compró la parte que le correspondía.
Después de dos años de pérdidas, se dio cuenta que los libros del Fondo de Cultura Económica, se vendían muy baratos en Comercial Mexicana y de inmediato llamó para saber cómo debía hacer, para que, a él, le vendieran a mejores precios. Sencillo, si compraba más de 100 mil pesos tenía derecho a un 50 por ciento de descuento. Decidió ganar el 20 por ciento, 10 por ciento menos que los libreros y trasladó el descuento a los clientes.
Utilizó, a los periódicos, como medios para hacerse publicidad y le funcionó; para dar un ejemplo concreto, El Capital, obra de Karl Marx que en tres años en aquella época había vendido sólo diez ejemplares, vendió trescientos en un mes, lo cual comprobó lo acertado de una novedosa forma de anunciarse.
Para comprar, empezó por construir la fuerza del volumen de ventas y con ése sólido argumento, logró mejores condiciones de compra con los editores y así, pudo ofrecer los mejores precios en el ramo a sus clientes.
En las crisis, en momentos complejos, salía a relucir su imaginación y desparpajo, en 1995, para liquidar sus deudas en dólares, Germán Dehesa lo escuchó argumentar con sus proveedores "mire, dólares no tengo, pero le puedo pagar con libros de Mafalda ".
En ese sentido, fue el primero y tal vez el único que convirtió al libro de Quino en moneda de curso legal. Desde, antes de partir a la Gloria, dejo el timón del negocio a su sucesión logrando varias sucursales y una marca propia identificada con la buena lectura.
Mucho, se habla y pondera al modelo de Wal Mart ¿Qué nos dice de él, de Gandhi? Los conceptos básicos de negocio muy parecidos en sus fundamentos representativos; Precios Bajos, Disponibilidad y Variedad.
Serio, para impulsar su concepto de negocio, en lo personal cuentan sus amigos, era opuesto a la solemnidad, hay una frase de él que lo dibuja, "¿Para qué discutir si nos podemos agarrar a trancazos?" Logró que la Gandhi trascendiera a su persona y su sucesión ha venido adoptándose a la era digital que estamos viviendo. Feliz cincuentenario.
Profesor de asignatura del ITAM, Consultor y Consejero de empresas y miembro por varios años del Consejo Internacional de The Strategic Leadership Forum.