Una herramienta vital que posee nuestro cerebro es la imaginación y con ella resolver el presente y el futuro que se nos viene encima.

Impulsarla en la vida diaria de las personas físicas y morales es vital, para mover ficha en el tablero que se nos presenta por delante.

Recientemente, en una plática alguien recordó la frase: “estamos creando un Frankenstein” Alertando que, de acuerdo a su prisma, los cambios eran ya demasiados y denostándolos, para encontrarse con la opinión de otros que no coincidimos en la apreciación y recordando que la autora del libro poseía una gran capacidad creativa al escribirlo.

Hace más de 200 años, la autora inglesa Mary Wollstonecraft Shelley, contribuyó con su imaginación a una época en la que la Revolución Industrial florecía, o bien, al nacer la autora inglesa, el 30 de agosto de 1797, los efectos políticos y sociales, de la Revolución Francesa, el mundo siempre en proceso -no solo en la era digital que vivimos- constante de evolución, incluyendo el surgimiento del anarquismo que proponía Goldwin, padre de Mary, quién peleaba por abolir la propiedad y cualquier forma de Gobierno.

Datos para que le bajemos un poco el agua a los camotes, cuando nos torturamos, transcurriendo el tiempo presente y justo cuando las nuevas generaciones pretenden la libertad que da la anarquía y lo están llevando al terreno de las inversiones que a la larga produce desorden, abuso y caos.

Mary vivía con una madrastra y cinco hijos de diferente madre, ella creció influida por sus padres, ya comenté de su papá, pero el pensamiento de su mamá Mary Wollstonecraft la pinta en un párrafo; "para hacer el contrato social verdaderamente equitativo, y con el fin de extender aquellos principios esclarecedores, que sólo pueden mejorar el destino del hombre, debe permitirse a las mujeres encontrar su virtud en el conocimiento, lo que apenas es apenas posible a menos que sean educadas mediante las mismas actividades que los hombres". Pensamiento feminista de hace unos siglos.

Tras una charla nocturna con Lord Byron, hablaron sobre el galvanismo, Luigi Galvani creía que la electricidad era el principio activo del movimiento y de los trabajos de Erasmus Darwin, que teorizaba sobre la posibilidad de revivir tejido muerto y le retó Byron a crear algo al respecto.

Mary Shelley gestó a Frankenstein estimulada por la plática, fue el rayo que alumbró a su criatura, que, en diferentes películas, obras de teatro y literarias es personaje principal: ¿Se acuerda de Herman Munster?

Relata la propia Mary Shelley, que desde niña acostumbraba a "formar castillos en el aire, el dejarse ir soñando despierta", tras varios días intentando, sin éxito, "pensar una historia" después del reto de su colega.

Relata Mary: “No dormía, tampoco podría decir que pensase. Mi imaginación, espontáneamente, me poseyó, regalándome las sucesivas imágenes que surgieron en mi mente, con una vivacidad bastante más allá de los límites usuales del ensueño. Vi -con mis ojos cerrados, pero con una nítida imagen mental-, al pálido estudiante de impías artes, arrodillado junto al ser que él había armado, vi al horrible fantasma de un hombre estirarse, y entonces, por la acción de algún poderoso motor, mostrar señales de vida, y moverse tenso y poco natural”

Terrorífico debe ser; porque terrorífico es el efecto de cualquier esfuerzo humano, por imitar el extraordinario mecanismo de creación y entonces su novela emergió.

Así gestó una obra inmortal Shelley.

Sería bueno, pedirle a la musa, a que se presente cuando la necesitemos, trabajando arduo, para hacer realidad lo que soñamos en nuestra vida diaria y en nuestras organizaciones, hoy más que nunca, urgidas de ese talento.

Nos toca promoverla y mejor aún, utilizarla, es una herramienta rentable, poderosa y efectiva, que no nos quepa duda que de ejercerla dependerá nuestra supervivencia y eventual crecimiento personal e impactando a organizaciones y países.

Y cierro reflexionando que usándola en Estados Unidos; los políticos en el poder, recuerdan a Keynes e invierten en el futuro, mientras aquí, en México al revés, esto es; apuestan la tirada en gran parte, a lo que huele a pasado y a desperdicio. Así las cosas, a darle que es mole de olla, solos o acompañados tenemos que tirar los dados, no hay de otra: Que Dios reparta suerte, pero si no nos acompaña y está ya echada, como en la famosa frase de Julio César; encomendémonos -y digo votemos- para que no nos sea adversa.

Profesor de asignatura del ITAM, Consultor y Consejero de empresas y miembro por varios años del Consejo Internacional de The Strategic Leadership Forum.

Wu 552300 4668

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