Como muchos preveíamos, los fariseos comunistas siguen afanados en implantarnos su tiranía; y van muy aventajados. El lobo tiene las llaves del gallinero y está matando con entusiasmo. Pero, lo aterrador no es que se esté comiendo las gallinas; sino que muchos de sus dueños no lo ven. O tienen “Otros Datos” y creen que el lobo es “buenito”. Que las perversas gallinas organizaron una escandalera, para quemar al pobrecito lobo. Y otros son totalmente indiferentes a lo que pueda sucederle a su patria.
Aún, cuando los males son graves, múltiples, perversos y palpables, hay quienes no los ven. Desde 2018, nuestra Constitución es violada constantemente por la 4ª Trastornación, que cuenta con un “doctor anticonstitucionalista” que “adoctrina” en la atacada y “desrrecursada” UNAM y traidoramente colabora en el bodrio de “constitución”, que desconocerá nuestros derechos, dejándonos totalmente inermes, ante la mafia del poder y la otra; como sucede con cubanos, venezolanos, chinos, coreanos y demás habitantes de países víctimas del despiadado globalismo. Los tres poderes republicanos, quedarán reconcentrados en un solo individuo. Absolutamente todas las instituciones, que la sociedad poco a poco y con mucho trabajo, fue arrancándole al gobierno, para limitarlo, transparentarlo, vigilarlo o democratizarlo, ya están infiltradas, neutralizadas, desaparecidas o en vías de extinción. Como las arcas públicas, fueron saqueadas el pasado “Sexenio de Hidalgo”, viene el “Error del Sexenio” y será mucho peor, que el “Error de Diciembre”. La corrupción y el nepotismo están como nunca. Para conservar la “fidelidad” militar, les dan su “moche” del 3% de todas las obras federales y lo ocultan como “Secreto Estado”. Se multiplica el mentir, robar y traicionar. Por esto y más, el país va en picada acelerada, prácticamente en todo. Al grado que ¡México, ya no es México!
Aunque, las “obradorizaciones” nos tienen a un tris de convertirnos en una tiranía globalista, si reaccionamos oportuna y adecuadamente, todavía podemos salvarnos. Nadie vendrá a hacer nuestro trabajo. Ni siquiera los marines, mucho menos ahora, que la “Subpresidenta” espuria, (con a), los recibiría a “himnazos”.
Como se aproxima la Navidad, aunque se les retuerzan las tripas a jacobinos y similares, esta vez, tocaremos un tema serio, aunque controversial y espinoso. Es increíble, que a pesar de la infinidad de pruebas palpables e indiscutibles de la multitud de maldades del “Jefe Máximo de la Trastornación”, Su “Subpresidenta” espuria, (con a), y su horda de serviles incondicionales, vendepatrias y traidores, están haciendo con nuestra patria, haya quienes no lo vean o quedan indiferentes. Esto nos demuestra que los humanos, somos tan estúpidos, que ni siquiera podemos aceptar una realidad material, totalmente evidente. Esto es de suma gravedad, pues los hombres tenemos dos naturalezas y nos movemos entre la materia y el espíritu. Y la más importante, aunque no “veamos”, es la espiritual, y hay quienes ni siquiera creen que exista; que morimos, (esto si nadie lo puede negar), y acaba todo. Si desconocemos hechos del mundo físico, que podemos tocar, mucho menos reconoceremos lo relacionado con la espiritualidad, que es intangible.
Para que entendamos que, por nuestra naturaleza espiritual, que es eterna, seguiremos existiendo después de fallecer, escuchemos los relatos de quienes murieron temporalmente. Algunos duraron horas “muertos” e, inexplicablemente, no tuvieron daño cerebral alguno. Algunos médicos argumentan, que son desvaríos neurológicos. Pero, las coincidencias de gran cantidad de narraciones, los invalidan. Todos se perciben separados de su cuerpo. Quienes sufrían dolores, al morir desaparecían y “resucitando” retornaban. Si eran ciegos o sordos; “muertos”, veían y oían. Algunos encontraron familiares fallecidos. Hay niños que hablaron con un hermano muerto, cuya existencia desconocían. Unos visitaron el cielo, el purgatorio o el infierno. Otros hablaron con Jesús, quien les hizo un encargo. La religión no importó. Aunque, los que mueren de momento, es un porcentaje pequeño, si investigamos, podrían ayudarnos a aceptar que seguiremos existiendo, aunque muramos.
Lógicamente que para que algo sea, es indispensable que, aunque quede fuera de nuestro entendimiento, haya alguien, sin principio, ni fin, con un poder, inteligencia y otras facultades infinitas. De otro modo, nada existiría. Los católicos creemos, (desgraciadamente no todos), que ese Ser, origen de todo cuanto existe, es un Dios integrado por tres personas distintas. Que era tan feliz que, por amor, quiso compartirlo. Así, creó seres espirituales, llamados ángeles. Entendemos que es respetuosísimo de la libertad de sus creaturas, que cada una decide, si acepta o no su regalo. El ángel más bello, inflado de orgullo, organizó una revuelta. Pero él y sus seguidores, fueron expulsados del cielo y acabaron en el infierno. Luego, creó a Adán, con una sabiduría extraordinaria, colocándolo en un paraíso donde todo era felicidad, le dio como pareja a una mujer, les ordenó que se multiplicaran, pero les prohibió comer de un árbol.
Su felicidad despertó la envidia de Satanás. Acercándosele a la mujer, le hizo creer que, comiendo lo prohibido, sería igual a Dios, (aquí nació la sociedad igualitaria). La mujer, como si fuera “pejista”, le creyó; comió y convidó al compañero. En lugar de igualarse; rompieron con Dios, perdieron los dones recibidos, fueron expulsados del paraíso y condenados a sufrir enfermedades, morir y sudar para obtener sus satisfactores materiales. Pero les tuvo compasión, les prometió un Salvador que, los religaría nuevamente con Él, (de ahí la palabra religión), y al morir, tendrían oportunidad de ir al cielo eterno.
Mientras llegaba el Salvador, Dios mantuvo la comunicación con los hombres. Como guía de vida, les entregó unos Mandamientos. Al llegar el Mesías nos mostró que se comentan en el amor. Unos mandamientos son base para la relación del hombre con Dios y los otros la relación entre hombres. Si solamente observáramos las de la convivencia, viviríamos otro mundo. Pero desgraciadamente, hasta los católicos, (incluidos sacerdotes) las desconocemos y violamos. Por esto, el mundo está como está.
Creemos que Dios, nos creó por un amor infinito, que es individual para cada creatura. Alguno creemos, que su manifestación amorosa más excelsa, es la redención. Pues, la desobediencia de Adán y Eva, fue de tal gravedad, que la redención la realizó la segunda persona de la Santísima Trinidad. Podemos suponer, que tan solo encarnar en la Tierra y convivir con los hombres, debió ser pesadito. Luego, su pasión, que físicamente fue dolorosísima y que en lo espiritual debió ser mucho más terrible, por ver que, estúpidamente, sería desaprovechada por muchos. Al pagar ese elevadísimo precio por salvarnos, muestra que supera al de la creación, pues, entendemos que, para crear solo usó amor y sus “superpoderes”, mientras la salvación, la pagó derramando sangre física y espiritual.
Igualmente, sus reglas para el comportamiento entre humanos, están fuertemente asentadas sobre el amor. Si lográramos que estas reglas “laicas”, despojadas de cualquier rito cristiano, fueran aplicadas mundialmente; el odio, la miseria, la opresión, el abuso, la corrupción, la mentira y demás males, que aquejan a la humanidad, no causarían tanto daño. Además, las tiranías “socialistoides” que pretenden implantarse mundialmente, no existirían. Estas, ni siquiera brindan satisfacción a sus malignos cabecillas. Normalmente son malas personas, (algunos hasta asesinos), corroídos por el ansia de poder, ambición insaciable, envidia, temerosos de la traición y miedos diversos, especialmente, si cometieron delitos penados internacionalmente. Algunos, saben perfectamente, que rendirán cuentas y que TODOS los males que causen, se les regresarán multiplicados. Por eso, dijo Jesús, de que sirve ganar todo el mundo, si al final, se pierde el alma.
Viéndolo bien, son pobres bobitos que, aunque naden en dinero, tengan tal poder que puedan pisotear a quien sea y hacer su perversísima voluntad impunemente; más bien, son dignos de lástima, pues están buscándose algo sumamente aterrador. Por eso, aunque, se nos retuerza el estómago, pidamos por ellos. Así, ganaremos ambos. Ellos acumularán menos maldades y nosotros padeceremos menos atrocidades.
Para derrotarlos y luego reparar todos sus destrozos, necesitamos reaccionar colectivamente. Y si lo hacemos con amor; mejor. Feliz Navidad.