N o es por intrigar, pero la Casa del Actor y la Asociación Nacional de Actores (ANDA) no encuentran el camino para trabajar en equipo y en beneficio de la comunidad de artistas jubilados, como lo hubiera querido Mario Moreno Cantinflas, aquel noviembre de 1934, cuando se inauguró esa residencia de descanso para actores en retiro.
La Casa fue creada como una prestación a jubilados del histrionismo. Desde 1963, se estableció un convenio de manutención del hogar de los adultos mayores, quienes fueran estrellas de los escenarios de México. Para los 70, comenzaron a llegar donaciones de instituciones privadas que hacían más llevadera la labor y cuidado de los actores en jubilación. Durante los 70 y 80, la Casa del Actor operó como un apéndice de la ANDA.
En 1993 fallece Cantinflas y hasta 1994 se vive una nueva transformación, la Casa del Actor regresa al régimen de regulación de la Junta de Asistencia Privada que les permitiría recibir ayuda externa de la asistencia privada con menos obstáculos fiscales y mayor independencia financiera.
Justo ahí comenzó el primer conflicto con la Secretaría General de la ANDA, cuando en 1997 el secretario general de entonces, Humberto Elizondo, quiso autonombrarse presidente del hogar de retiro. No procedió, debido a que la autonomía nominativa de los miembros de la casa era potestad de su patronato directivo.
Vinieron otras administraciones en la Secretaría General de la ANDA, con actores cómo Aarón Hernán y Juan Imperio, por mencionar algunos. No hubo dudas ni retrasos en los pagos de manutención. Era claro que los huéspedes de esa morada histrionica habían cotizado por 40 y hasta 50 años al sindicato y habían obtenido el derecho de manutención a cuentas de su jubilación.
De nuevo la administración de Lilia Aragón suspende pagos hasta que renuncia para convertirse en diputada federal. En 2016, se regularizan de nuevo las contribuciones de manutención bajo la secretaría de Abel Casillas, siendo presidenta vitalicia, en aquel momento, Maty Huitrón. Es entonces cuando se recibe una cuantiosa herencia de la escritora Caridad Bravo Adams, amén de generosas donaciones de la iniciativa privada y algunos personajes particulares anónimos, por voluntad.
Fue entonces cuando Jesús Ochoa asumió la de secretaría general de la ANDA y volvió a suspender los pagos de mantenimiento, recortó el presupuestó y se le ocurrió reclamar la presidencia de la Casa del Actor, así como el control de la propiedad y decidió recortar gastos al no lograr sus propósitos. Asimismo, suspendió los pagos de los cuidadores de los veteranos histriones.
Jesús ha recibido invitaciones constantes, a través de Emilio Guerrero, para reunirse con Yucita Furlong, actual directora de la casa de retiro, pero no ha acudido. Pareciera que sus diferencias se han convertido en el blanco perfecto para distraer la atención que requieren conflictos internos de la ANDA.
Las dos partes involucradas están polarizadas en sus versiones de hechos y sus fórmulas políticas no coinciden.
Los retirados temen que Jesús cumpla las amenazas que circulan de que se cierre la Casa del Actor. Antes de llegar al extremo, Ochoa podría apelar a su corazón y pensar en el futuro inevitable de la vejez. Negociar con el cerebro y sin egocentrismo, sería útil.
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