No es por intrigar pero ayer don Ignacio López Tarso cumplió 97 años de edad. El primer actor, con más de 74 años dedicados a los escenarios, disfruta de la lucidez, armonía y paz que envidiaría cualquiera de 50 años menos de vivencias.
Al cuestionarlo sobre su secreto de privilegiada memoria, responde: “Ejercitarla con disciplina. Disfrutar lo que se memoriza y rodearse de buenas letras”.
Don Ignacio festejó su cumpleaños en compañía de sus hijos Juan Ignacio y Susana, quienes viven con él. Hubo una multitud de video llamadas, mole poblano con arroz para comer y pastel de higo (su favorito).
De muy buen ánimo, platicó con nietos, bisnietos y amigos de toda la vida. Recibió llamadas de amigos famosos como Aracely Arámbula, María Victoria, Sergio Corona, Xavier López “Chabelo” y Silvia Pinal.
A carcajadas, el primer actor recordó los momentos inolvidables que ha transcurrido al lado de su gran amor, el arte.
“Nos fuimos de gira por más de un año con Silvia Pinal conHello Dolly! Nos cambiábamos de vestuario muchísimas veces. Ella estaba hermosa, aunque yo la sigo viendo espectacular”.
Don Ignacio nació un 15 de enero de 1925, hijo de un funcionario de Correos (Alfonso López Bermudez) y una activa ama de casa (Ignacia López Herrera). Estudió en un seminario, sin contar con vocación religiosa, pero era la opción en esa época para continuar estudiando.
Muy joven se fue a California como jornalero en la pisca de manzana y naranja. Por accidente cayó de un arbol y se dañó la columna vertebral, permaneciendo ocho meses inmóvil.
“Pasaba horas leyendo y escuchando a Beethoven, Hendel y Tchaikovsky. En cuanto me pude mover fui derecho a Bellas Artes a pedir que me aceptaran como estudiante de teatro y lo logré, siempre he tenido mucha suerte. Al poco tiempo, Salvador Novo me estaba proponiendo a hacer Macbeth al lado de Isabela Corona, la más grande actriz de entonces”, comentaba al tiempo que le daba un sorbo generoso a su botella con agua.
Después de ese inicio vinieron cientos de puestas en escena con todos los textos posibles de un buen repertorio clásico. Desde Edipo Rey (Sófocles) hasta Sueño de una noche de Verano (William Shakespeare).
En cine debutó en 1954 con La desconocida. En teatro en 1953 con La celestina y a la televisión llegó en 1961 (Cuatro en la trampa). Ya nadie lo pudo detener.
A casi un siglo de edad, Don Ignacio sueña con que termine la pandemia: “El teatro es mi vida, ahí es donde me siento mas vivo que nunca, donde puedo ser miles de diferentes personas sin dejar de ser yo. Ya volveremos a vernos en un escenario vivo”, dijo.
Hoy por hoy, continúa sin surgir un actor cuya trayectoria pinte para ser como la del gran Nacho, como lo llaman sus amigos. Don Ignacio Lopez Tarso es una verdadera gloria viva del arte mexicano.
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